LEONEL RUGAMA: UN EXTERIORISMO POPULAR Y UN COLOQUIALISMO AGITATIVO

 *Julio Valle Castillo*


Basado en el exteriorismo de los anteriores, pero también en el de los más jóvenes, como Edwin Yllescas, a pesar de sus diferencias ideológicas, Rugama radicalizó esta tendencia poética, dotándola de una voz alta, casi a gritos, de un tono admonitorio y agitativo político y dio rienda suelta al habla, léxico, morfosintaxis y hasta la fonética popular. Una poesía no al servicio de la causa revolucionaria, sino una revolución ella misma. Vida y poesía, unidas; acción y escritura, en la clandestinidad, en las casas de seguridad, con la pluma y el revólver, por lo que la certidumbre del riesgo de morir en un enfrentamiento, el sentimiento elegíaco, están presentes a lo largo de su puñado de poemas. De aquí que los epitafios y autoepitafios asomen con frecuencia. He aquí uno de los primeros en presente histórico:

"Leonel Rugama

gozo de la tierra prometida

en el mes más crudo de la siembra

sin más alternativa que la lucha,

muy cerca de la muerte,

pero no del final".

Y he aquí el último o uno de los postreros, un autoepitafio de amor o un epitafio para un amor:

"Aquí yacen

los restos mortales

del que en vida

buscó sin alivio

una

a

una

tu cara

en todos

los buses urbanos"

 

Su tono oratórico y agitativo se le prestó a la arenga y al elogio de los guerrilleros y combatientes asesinados, revelando una mística laica de la militancia en la lucha armada. Nada más eficaz para una poesía politizada que la entonación alta. Poesía que se levanta en las esquinas. Poesía de barricada. Rugama requiere ser escuchado por el pueblo:

"Ahora quiero hablar con ustedes

o mejor dicho 

ahora estoy hablando con ustedes.

Cállense todos

y síganme oyendo

                   en las catacumbas..."

Se está dirigiendo al carretonero, al carbonero, al hombre todo ajado y niste con un trapo en uno de los brazos del carretón para secarse el sudor. Su interlocutor es el cipote vende chicles, vende bolis congelados, gelatinas y confites de coco, el de la bolsa de leche de burra; todos los lustradores vulgares, los vagos, las prostitutas, las vivanderas gordas, las rufianas y sus zorras, los ciegos que piden limosna en las paradas y los otros ciegos de guitarras o sin guitarra (y los proletarios de la música), los tullidos, los tísicos, los mudos y sordos de nacimiento. Rugama llama, convoca a los bazucas, los chivos sifilíticos y a los rateros, los buscapleitos en las cantinas, en los estancos y putales, para que tomen el ejemplo y vivan «Como los santos»; santidad enunciada desde otra perspectiva civil, clasista y función política. Los santos son los mártires: Sandino, El Che, Miguel Ángel Ortez, Jorge Navarro, Selim Shible, Jacinto Baca, Julio Buitrago. Uno de sus fragmentos dice así:

 

". ..Nació peleando solo

contra trescientos

es el único que nació en el mundo

superando a Leónidas

a Leónidas el de las Termópilas

«VIAJERO VE Y DI A ESPARTA QUE MORIMOS

POR CUMPLIR SUS SAGRADAS LEYES»

ESO ESTÁ EN LA CASA DONDE NACIÓ JULIO

Lo único que está en español

pues sí

nació sin camisa

y cantando mientras disparaba su M-3"

Su coloquialismo es, asimismo, nicaragüense. La suya es un habla transmutada en poesía; pero, además de la entonación alta, sin grandilocuencia ni altisonancia vana de los oradores, da la sensación de atropellamiento, deja a medio terminar, inconcluso, ciertos períodos de su discurso y esto es típico de toda escritura oral. No pierde la gravedad y el rigor. Sus poemas acusan una clara conciencia artesanal. Véanse sus antítesis y paradojas, forma artística de emplear la dialéctica en "La tierra es un satélite de la luna"; adviértase el símbolo continuado de sí mismo que es el poema “Biografía”, la imagen novedosa en el poema "Para que se den cuenta": asociación de un vidrio de automóvil nuevo con las piernas de una muchacha, y la inocencia, con los dientes lácteos. La poesía genealógica presente en La Biblia y en poetas modernos y cultos como Alfonso Reyes, es retomada por Rugama para "El libro de la historia del Che", que remoza el léxico indígena, y la épica americana. El rigor de Rugama se manifiesta a través de sus textos; pero hay uno en particular, el "Epitafio", que es un verdadero alarde de economía verbal y gracia poética.

En 22 vocablos, contando las preposiciones y diez versos menores, logra todo un cosmos: juego letrista, formal; desactualización de los epitafios y actualización. Y sugerido el espacio, el ambiente (la ciudad), nos transmite la tristeza por el amor a la mujer o el ideal imposible y todo, referido a la muerte.

El humor en Rugama es desacralizado y principalmente negro, irónico y de una franca procedencia eticista; de aquí que se extienda a lo largo de su célebre poema "La tierra es un satélite de la Luna", o que fulminante y luminosamente clave su aguijón en el epigrama, porque a este género pertenecen sus tres composiciones breves: "Subsistencia", "Acahualinca es un paseo" y "Los pasquines están vacíos".

La anécdota es muy querida y requerida en la poesía de Rugama. Está llena de anécdotas, de historias y personajes y de Historia en mayúscula como huellas, o señas de su existencia y como marco de ella misma; Historia que tiene que replicar y cuya réplica, tiene la certeza, pagarle con la vida, con su destrucción, que tiene para su humor negro, un "matiz de dolor".

La verdad es que Rugama quiso dejarnos más señas en el camino para entender ese sentimiento premonitorio suyo, y esas

señas son los epígrafes de sus poemas que son más que glosados. Uno de ellos, de Ernesto Gutiérrez reza: "Ella / de la que tantas veces he abominado / ¿por qué no viene a satisfacer ahora / este deseo de morir purísimo que tengo?". O este otro, de Ernesto Mejía Sánchez: "La chispa me tocó / torpemente, es muchísimo. / Nadie reciba la luz de esa caricia si / en verdad desea morir".

Si bien es verdad que sus letras se asentaron y ratificaron con su propia sangre, de aquí su rojo vivo, su permanencia, también es verdad que Rugama es artesanalmente poeta, de aquí su factura verbal, su acabado. No es un revolucionario que eventualmente escribió textos con más o menos fortuna, ni es el mártir a quien hay que hacer poeta a fuerza, en el ocioso intento de magnificar un hombre y su sacrificio que ya lo son de suyo. Rugama es igualmente trascendente como poeta y como el revolucionario militante político y guerrillero. Sus letras rebasan el carácter testimonial o el mérito testimonial para ser literatura y sin abandonarse de la calidad testimonial, revolucionaria o politizada. Rugama es un intelectual orgánico: organizado y organizando la creación de un hombre, de un mundo y de una palabra nueva que serán el primer día de América. La palabra apuntando la acción y apurada, cumplida más allá de la acción misma."

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Julio Valle Castillo, “El siglo de la poesía en Nicaragua”. III Tomo. Neovanguardia (1960 - 1980). Parte 3. ‘Poetas del 70-80’. pp. 556-560

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