LA BATALLA DE LA CARCEL.



Por: Pablo Cáseres

El asalto a la casa de José María Castillo, (chema castillo) con el cual se rompería el silencio en que el FSLN desde 1967 desató en respuesta a las circunstancias en que el enfrentamiento contra la dictadura, desencadenó, lo que un dictador herido y humillado en lo más profundo de su orgullo podía hacer, la represión[1], se afirma que una vez que la situación generado por la toma de la casa en la cual se retuvo a un grupo de o más representativos del capital y aliados de la dictadura,  prometió una venganza sin igual contra los que llamó comunistas, castristas.

Esa venganza no se hizo esperar, centenares de personas fueron capturadas en todos los rincones de nicaragua, la oleada represiva del régimen alcanzó todos los sectores sociales, campesinos, mujeres amas de casa, profesionales, estudiantes y docentes, opositores jóvenes y ancianos, todas las fuerzas de la dictadura fueron activadas a fin de asestar lo que Somoza anunció como el golpe definitivo al FSLN, la ola represiva desatada por el instrumento represivo de la dictadura no tuvo comparación con ninguna anterior, las prisiones en los diferentes departamentos fueron llenadas de cualquier ciudadano que se sospechara de opositor, y cualquier opositor era sospechoso de sandinista, así como cualquier joven era señalado de guerrillero, para darle legalidad a la represión se creó una junta militar de investigación en la cual desfilaron centenares de ciudadanos a ser interrogados sobre los acontecimientos del diciembre negro del somocismo, el interrogatorio y la tortura se convirtieron en la labor habitual en las cárceles del somocismo.

Pero Somoza volvió a perder la batalla contra el pueblo, lejos de infundir miedo entre la población, nicaragua pudo constatar que el FSLN durante el periodo de acumulación de fuerzas en silencio había crecido y ahora la guardia nacional enviaba como prisioneros sospechosos, acusando de estar ligados a la organización guerrillera a extranjeros y nacionales. En cualquier ciudad, como en el campo, la Guardia Nacional[2] actuaba sin límites y, especialmente en las cárceles, donde la crueldad con los detenidos llevó a incesantes acciones de protestas ciudadanas y acciones de solidaridad desde todos los ámbitos, como acciones de lucha contra el somocismo, no se le dio tregua ni espacio a la dictadura, el enfrentamiento era permanente.

La prisión, se convirtió en un campo de batalla para los militantes del FSLN, en los interrogatorios, reproducidos por los medios de comunicación se escuchaba la moral y la decisión de los prisioneros en su luchar por una patria libre, la lealtad a la bandera y a la consigna de patria libre. Los prisioneros difundían las condiciones inhumanas y las torturas a la que estaban siendo sometidos y que resistían estoicamente a través de notas que eran sacadas clandestinamente por diversos medios de las ergástulas con el objetivo de mantener el contacto con la dirección e informar a la población de la lucha que se libraba.

La corte militar de investigación, organizada por Somoza para juzgar a los militantes sandinistas decidió enviar a juicio a aproximadamente a más de un centenar de personas[3], el pueblo de nicaragua pudo escuchar de viva voz de los prisioneros, la moral con la que los militantes clandestinos urbanos y en la montaña luchaban, las historias de campesinos que fueron lanzados al vacío desde helicópteros, mujeres campesinas  violadas, niños correos que arriesgaban su temprana vida para compartir riesgos con los guerrilleros, pero nadie, nunca nadie, se mostro arrepentido, al contrario fueron desfiles de declaraciones en la que se mostraron valor, decisión y firmeza en la lucha por alcanzar el triunfo.

Se mostró un FSLN fortalecido, con presencia en todo el país, ya el inicio como dijera el comandante Borge[4] éramos un reducido grupo de compañeros con coraje y decisión, este fundador del FSLN, fue detenido el 4 de febrero de 1976 en un encuentro con los agentes de la Seguridad y una patrulla de la BECAT[5]. en febrero de 1976, buscado por la dictadura e identificado como miembro de la Dirección Nacional, y con responsabilidades en la operación de toma de la casa de Chema Castillo, fue especialmente interrogado y torturado y las condiciones de su permanencia en la prisión fueron una de las peores que se conocen hasta ahora, en diferentes entrevistas después de su prisión se afirma que:

“Los primeros 15 días los pasó encapuchado y desnudo, esposado a una argolla sujeta en la pared, desde donde podía sentarse, pero no acostarse, siendo golpeado con extrema brutalidad por todo el cuerpo, incluso cara y testículos. Le fracturaron las costillas y él afirma haber tenido tantos dolores que apenas podía estar de pie, estornudar o respirar por el intenso dolor en el costado, en su testimonio en el consejo de guerra que se organizó para juzgar a los sandinistas expresó que “Permaneció esos días sin comida y con un vaso de agua cada 24 horas, del que bebía a pesar de que antes los guardias hubieran escupido en él. Tampoco se le permitió ir al servicio, lo que ocasionaba un hedor tan insoportable en la celda que el propio agente que le golpeaba en los interrogatorios no pudo contener el vómito en varias ocasiones. Para los interrogatorios se le trasladaba desde la celda a una sala con aire acondicionado puesto al máximo volumen para que, al permanecer desnudo, el frío y el ruido del aire acondicionado, que se clavaba “como un cuchillo agudo en el cerebro”, fueran parte de la tortura”.

Se le suministraban alimentos cada tres días, comida cada tres días. Permanecía de pié en un calabozo extremadamente pequeño, debía permanecer de pie, excepto durante cuatro o cinco horas en las que se le permitía dormir. Podía ir a un inodoro una vez al día durante dos o tres minutos, estas condiciones se prolongaron hasta agosto de 1976, cuando fue llamado a declarar en la Corte de Investigación Militar.

Una vez que declaró en la corte, debió ser trasladado a la cárcel modelo, donde estaban el resto de los compañeros, a él lo regresaron a las celdas de la oficina de la seguridad ubicadas en la loma de Tiscapa, en ese lugar inició, como parte de una lucha contra la dictadura, una huelga de hambre de 50 días.

En esas circunstancias se consiguió otro triunfo al obligar a la dictadura a ser trasladado  a la cárcel Modelo de Tipitapa, en ese lugar volvieron a encerrarlo y lo mantuvieron aislado a tal grado que el guardia que le entregaba la comida, no le dirigía la palabra, lo tenía prohibido, volvió a ser protagonistas de otra huelga de hambre[6] para romper el aislamiento, esa huelga se convirtió en un evento nacional e internacional que obligó a Somoza a reubicarlo en otra celda y con mejores condiciones. No salió de la cárcel hasta la toma del Palacio Nacional, el 22 de agosto de 1978.

En la captura del comandante Borge, también fueron detenidas Ruth Marcenaro y su hija Rhina Campos, cayeron en la operación asesinados por los agentes de la seguridad somocistas, Mildred Abaunza. Ruth y su hija estuvieron un año y dos meses detenidos en condiciones infrahumanas entre la Central de Policía y la cárcel. Hasta otra hija de Ruth, de sólo 10 años, estuvo detenida durante unos días presenciando los malos tratos a su madre y hermana y el resto de prisioneros como parte de las torturas a las compañeras.

Desde 1975 muchas mujeres fueron detenidas tras el asalto a la casa de José María Castillo, mantenían comunicaciones clandestinas con los demás prisioneros y con las estructuras del FSLN de afuera de la prisión, esas comunicaciones eran regulares y constantes como muestra de organización y decisión, las condiciones carcelarias de los presos políticos eran similares a la de los varones. La comida era una masa de arroz servida en carretillas de albañilería, que les pasaban a través de los barrotes de la celda, lo que la impregnaba de toda su suciedad. Sólo se les permitía una visita el domingo durante cinco minutos a través de la misma doble malla que denunciaban los presos y en presencia de guardias y oficiales. Por último, la asistencia médica -que fue una demanda constantemente reiterada desde la Central de Policía- era tan deficiente que sólo se les concedía después de días de fiebre y de gritar durante horas.

En 1977, junto a las mismas demandas, denunciaban la actitud de los guardias de los puestos de vigilancia del patio, que se asomaban constantemente a sus ventanas y les impedían la más imprescindible intimidad.

 Las mujeres también habían asumido la cárcel como un campo de batalla, algunas de ellas, que alguna relación con sus custodios logró obtener información de lo que pasaba fuera de la prisión y otras de lo que sucedía en las montañas, es el caso del raso Nieves López Mantilla, que había estado entre 1975 y 1977 en los campos de concentración de Waslala, Río Blanco y La Carpa. Este les informó a las compañeras que: “Llegué a Waslala el 2 de febrero de 1977. Estuve en las montañas del Norte nueve meses. Al llegar me di cuenta de que había varios campesinos en el hoyo. Tenían aproximadamente 6 meses sin sacarlos al sol. El comandante era el Mayor José Juan Villalta, alias “Aním”, que murió en un accidente. Allí en Waslala, como a los 15 días, sacaron del hoyo a 4 compañeros que estaban, según pude observar, con un alto grado de desnutrición. Se les daba de comer un poquito de arroz crudo y guineos (plátanos). Sólo los sacaron media hora para tomar un poco de sol y los volvieron a meter. Una semana después llegó de la montaña un helicóptero trayendo dos campesinos que fueron metidos en ese mismo lugar. Más tarde fueron sacados por un agente de seguridad de los que llamábamos “Ojón”. Les llevaron a una sala destinada a interrogatorios y torturas. Como a las 6 de ese mismo día le aplicaron la “Ley de fuga” a uno y fue atrozmente acribillado a balas por un centinela. Ví como cayó en un acantilado. Bajamos a ver y todavía estaba vivo por lo que yo pedí una camilla para que lo lleváramos, pero un oficial me dijo que lo arrastráramos y así lo hicimos y fue enterrado allí mismo en el cuartel, en el PC (Puesto del Comando). El que quedó en el hoyo desapareció y no lo volví a ver. En marzo llegaron a Waslala cuatro personas, una de ellas de apellido Rizo. Llegaron a visitar a un hermano de Rizo que vivía allí en Waslala. Los oficiales se dieron cuenta de que eran guerrilleros e inmediatamente fueron hechos prisioneros. Llegó un helicóptero y se los llevó con rumbo desconocido supongo que los tiraron del helicóptero.”

También relató que; “otro día fueron trasladados en un helicóptero al interior de la montaña. Puestos allí, empezamos a excavar y a hacer el hoyo más profundo y empezamos a notar un olor fétido y hediondo y seguimos excavando hasta encontrar un sin número de cadáveres hasta de 42 personas, de ambos sexos y todo tipo de edad: niños, jóvenes, mujeres, hombres, viejos...que habían sido asesinados en diferentes formas. Unos a tiros y otros con arma blanca. Entonces comprendí cuál era nuestra misión especial. Sacamos los cadáveres, les echamos gasolina y les quemamos hasta reducirlos a cenizas. Éramos 15 guardias y un oficial y los restos que quedaron los enterramos allí mismo y no dejamos ninguna huella. El helicóptero nos trasladó nuevamente a Waslala”.

Otra de las mujeres detenidas, Rosa Argentina Ortiz (Sofía), ella coordinaba el grupo de mujeres sandinistas que estaba en la central de policía relató como la capturaron en el cuartel de Río Blanco le hicieron un intenso interrogatorio y la aislaron, dejándola esposada por los pies a un tubo de hierro durante veinticuatro horas. Posteriormente, en otro cuarto, soportó una de las peores torturas que se aplicaban a las mujeres y que, eran normales para los oficiales de la guardia acantonados en ese lugar, esa situación es tan vil que no se puede describir por respeto a las mujeres.

“La golpearon con el puño cerrado en el estómago y la mecieron para todos lados, en realidad, como una piñata. Acto seguido la bajaron y le cambiaron la posición de las esposas, esta vez con las manos hacia atrás, volviendo a hacer exactamente lo mismo. Todo ello, según sus propias palabras, “riéndose con el cinismo que les caracteriza y acompañado de un sinnúmero de improperios”. Después la amenazaron con matarla y le colocaron una pistola en la frente”.

Estas acciones definen a los y las prisioneros sandinistas detenidos después de la operación de la toma de la casa de José María Castillo como verdaderos héroes, mantuvieron su decisión de lucha y no claudicaron aún sufriendo las mas crueles torturas de parte de los servidore de la dictadura, entrenado por los Estados Unidos de Norteamérica.



[1] Se afirma que una vez que el comando se había marchado a Cuba, Somoza ofreció unas declaraciones a los medios de comunicación nacionales e internacionales y en ella, abatido y visiblemente afectado lloró.

[2] Instrumento represivo del somocismo.

[3] Todos fueron condenados a diferentes penas de prisión, solamente uno fue absuelto.

[4] “Al principio éramos 10, solamente 10.”

[5] Brigada Especial Contra Actos de Terrorismo, de la Guardia Somocista.

[6] En ella duró 63 día sin ingerir alimentos, después de esa huelga de hambre alcanzó a pesar 85 libras.

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