La República de Panamá y otras crónicas desconocidas

 *Víctor Manuel Ramos*


El año pasado, con motivo de la celebración de éste Simposio, Jorge Eduardo Arellano, colega académico, me obsequió con un ejemplar de su recién editado libro “La República de Panamá y otras crónicas desconocidas” ,que contiene unja bien anotada compilación de escritos de Rubén Darío, muy poco conocidos. El trabajo de Jorge Eduardo, un extraordinario dariano, no solo se ha limitado a compilar los trabajos sino que les ha acompañado de una cantidad de extraordinarias y eruditas notas que facilitan y ponen en contexto actual el pensamiento de Rubén Darío.

El libro está estructurado en seis secciones. Preludios contextuales, Nicaragua, Centro América, Hispanoamérica, Estados Unidos, Europa. Los textos recopilados nos hacen saber la pasión política de Rubén Darío., aunque él, en varias ocasiones, expresó su malestar el tener que descender a la política. La verdad es que su política no es la política de los politiqueros que han entregado a nuestras pobres patrias americanas de habla española, la de los traidores estigmatizados por Pablo Neruda en su “Canto General” y en otros libros, sino una política destinada a enaltecer nuestros valores, a fortalecer la independencia y la elevar los sentimientos de dignidad nacional en la búsqueda de un mejor destino, sobre todo, para las grandes mayorías desheredadas que se debaten en la miseria;

“Peor que la miseria de los melodramas, ésta es cierto, horrible y dantesca en su realidad. Y no hay mayor contraste que el de este riqueza y placer insolentes y ese frío negro en que tanto pobre muere y tanto crimen se comete, de manera que las bombas, que de cuando en cuando suenan, en el trágico y aislado spot de algunos pobres ñocos, vienen a resultar ridículas e insospechables.” 

Darío conoce al dedillo la triste historia de nuestras naciones que se puede resumir en vergüenza, entrega y traición. En una lágrima, como decía Rafael Heliodoro Valle.  Todas esas inequidades le alimentan una ira sulfurosa, como la que expelen los volcanes nicaragüenses, iras patrióticas que nos las hace saber en estas  muy emotivas y documentadas crónicas. Darío prevé los grandes acontecimientos revolucionarios que habrán de suscitarse unos cuantos años después de su muerte y que producirán cambios profundos en el destino político del mundo y de la humanidad.

“Esto no se acabará sino con un enorme movimiento, con aquel movimiento que presentía Emilio Heine, “ante el cual la Revolución francesa será un dulce idilio”, si mal no recuerdo”.

No cabe la menor duda de que esa sacudida a su espíritu de patriota proviene de su enfrentamiento con la sórdida realidad del inframundo de las grandes ciudades en donde se ha fortalecido su genio poético. Es asqueaste, para su sensibilidad de poeta, enfrentarse a los “guex” de París, los “tramps” yanquis y los “atorrantes” argentinos, como subproducto del desarrollo desigual de esas naciones que ha conducido al desempleo.: “Los obreros van de ciudad en ciudad  en espera de encontrarlo  [empleo]. No lo hallan, se deslizan y se deslizan por la pendiente que les hace caer en la dantesca región del tramp.”   Darío ve en estas inaceptables escenas de miseria, en el hombre errante de plaza en plaza, el origen de la migración, atraídos los desempleados por los centros de desarrollo, como las abejas por la miel.

Y, por supuesto, no encuentra explicación alguna a la triste realidad de nuestros países, sobre todo de los centroamericanos sometidos, humillados, incapaces de defender sus riquezas, entregados completamente, por unos cuantos dólares y por la presencia de la amenaza imperial, a un amo extranjero.

“¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, hay hombres hambrientos, miserables y desesperados?”

Realmente Darío incursiona en la política desde muy temprana edad, en casa de su tío el Coronel Ramírez Madregil, en Santiago de los Caballeros de León, en donde vivía. León. como cabeza de provincia, es una ciudad con mucha actividad intelectual y política. Era el foco cultural del país, porque además ahí estaba la sede de un Colegio Tridentino que se transforma en Universidad en 1816, que forma doctores en jurisprudencia y en derecho canónigo y honorables médicos.

En casa del Coronel Ramírez se vive una fervorosa actividad política y cultural. Ahí se reúnen con frecuencia ilustres guerreros, licenciados y doctores para discutir sobre asuntos de literatura, religión y, sobre todo, de política y de revoluciones. “El Coronel –nos cuenta Darío- era él un militar bravo y patriota, de los unionistas de Centro América, con el famoso caudillo General Máximo Jerez.” Ramírez era un liberal convencido que acompaño al General Máximo Jerez en sus actividades bélicas y que coincidió, con el héroe nicaragüense, en su ideal por la reconstrucción de la Unidad Centroamericana, dispersa después de que fuera disuelta la Federación y que quedó convertida en  cinco parcelas con gobiernos débiles, más parecidos a cacicazgos y que fueron presa fácil de las potencias hegemónicas: “gobiernos mosquitos”, tal como Jerez oyó decir en Europa. Era tal el fervor de Jerez por la unidad centroamericana que rechazó un cargo en la administración pública en protesta porque el presidente de Nicaragua había expulsado a los restos del ejército de Francisco Morazán, fusilado en San José.

De tal manera que el fervor unionista de Darío se origina en casa, con la influencia de su padrastro, el Coronel Ramírez, y de sus contertulios políticos, literatos, académicos y profesores que son lectores de Juan Jacobo Rousseau y Montesquieu, de Plutarco y de Tácito, que tienen como guía espiritual al ecuatoriano Juan Montalvo, que abjuran de catolicismo conservador y profesan un radicalismo liberal anticlerical. Estos intelectuales, además, reconocen el talento del Poeta Niño, le proporcionan libros de los clásicos españoles, le estimulan en su trabajo creador y hacen gestiones gubernamentales para asegurarle una adecuada educación que le conduzca al perfeccionamiento de sus capacidades creadoras.

En este ambiente, Darío desarrolla su amor y su fervor por la unidad centroamericana, que se ve reflejado en varias de sus composiciones poéticas y de sus trabajos en prosa, ideal que además estará íntimamente ligado a su cercanía con los mandatarios de Nicaragua, El Salvador y Guatemala, con quienes establece amistad y relaciones de trabajo intelectual.

Darío escribe hermosas páginas en defensa de la unidad centroamericana y acompaña al Presidente Menéndez de El Salvador en sus esfuerzos por reconstruir la Patria Grande. Después del derrocamiento de Menéndez por parte de los hermanos  traidores Ezeta, Darío tiene que huir de San Salvador a Guatemala, a dónde llega el 30 de junio de 1890. Ahí es acogido por el Presidente Lisandro Barillas y escribe un folleto, publicado inmediatamente en El Imparcial, los días, 2, 3, y 4 de julio, con el amparo del seudónimo Tácito y que titula: “La historia negra. Los sucesos de San Salvador.”

Más tarde, el 15 de agosto de 1895, en diario La Nación de Buenos Aires, aparecerá un nuevo trabajo relativo a este mismo asunto: “Epílogo de la historia negra” , en el que aclara definitivamente lo ocurrido en San Salvador y caracteriza a los traidores y tiranuelos hermanos Ezeta, que no solo martirizaron al pueblo salvadoreño sino que se alzaron con cuanta fortuna pudieron para darse la vida de reyes en Los Estados Unidos, a donde huyó el expresidente después de su derrocamiento.

Para apoyar su proyecto unionista, Menéndez ha impulsado a Darío a que funde y dirija el periódico La Unión. En él, Darío hace apología del ideal unionista y destaca los nombres de los héroes unionistas: Morazán, Cabañas, Jerez y Barrios. Darío ha puesto su pluma al servicio de la causa unionista y respalda incondicionalmente al Presidente Menéndez quien sigue afanado en la concreción del proyecto unionista, cuyo Tratado se ha firmado. Alberto Ghiraldo reunió cuatro de estos trabajos unionistas de Darío en el IX volumen de las Obras Completas de Darío, editadas por Rubén Darío Sánchez, hijo del poeta, textos que son recogidos, igualmente, en este libro de Jorge Eduardo Arellano y que fueron publicados a partir del 7 de noviembre de 1889.

“Venimos a ser trabajadores por el bien de la patria: venimos, de buena fe, a poner nuestras ideas al servicio de la gran causa nuestra, de la Unidad de la América Central.”

Anteriormente, Darío se había incorporado con su pluma a la lucha por la unidad centroamericana a través del proyecto encabezado por el General Justo Rufino Barrios, Presidente de Guatemala, quien emprendió una cruzada guerrera con el fin de materializar su aspiración morazánica de una Patria Grande, pero desgraciadamente cae abatido en el campo de batalla de Chalchuapa, el 22 de abril de 1885. Darío escribió el poema “Unión Centroamericana” dedicado al General Barrios, quien lo leyó a través de la reproducción que realizara el periódico Diario de Centro América, órgano oficial del gobierno de Guatemala.

Una de las ideas dominantes en los trabajos recopilados en este libro por Jorge Eduardo Arellano es la intolerable relación entre Los Estados Unidos y Nicaragua y los demás países de la América Española. Se puede afirmar que con la lectura de estas crónicas, uno queda muy enterado de la política de atropello, pillaje, dominación y dominación a que han sido sometidos nuestros países por parte de Los Estados Unidos, amparados en la Doctrina Monroe que reza: “América para los americanos,. Principalmente relacionada con la construcción de un canal interoceánico, proyecto para el cual Los Estados Unidos tenía como alternativa la ruta por el Río San Juan y el Lago de Nicaragua, tal y como la había previsto también la Corona Española.

“Aquella [gran obra del Canal Interoceánico por Nicaragua] con que pensaron los primeros conquistadores, de la que habla [fray Juan de] Torquedama en su Monarquía Indiana y el viejo padre fray Toribio [de Benavente Morolinea]. Aquella que el siglo de Pedro de Alvarado “un cosmógrafo vecino de México, varón de deseos, estuvo determinado de ir a ver y pasar el altor de una mar y de la otra, y esto reservándoselo, diciéndole: que tal obra solo al Rey pertenecía porque solo el Rey tiene posibilidad”; la que preocupó a Squier a Baymound, la que hizo escribir un opúsculo al embajador prisionero de Ham [Napoleón III] y un libro al sabio [Michael] Chevalier; la que será el cauce del comercio del mundo, la puerta de los mares, la senda del progreso, en aquella tierra fecunda y bella, reina de las olas con corona de volcanes”.

Nicaragua había firmado un tratado con Los Estados Unidos –el Tratado Zavala-Freilinghusen-, aprobado por el senado norteamericano, al mismo tiempo autorizaba a la Compañía del canal interoceánico de Nicaragua, que se ejecutaría antes que el de Panamá. Este Tratado del Presidente Cárdenas se había obtenido un poco tiempo antes de que entregara la Presidencia de la Nicaragua al nuevo electo señor Carazo. Darío celebra este acontecimiento desde Valparaíso, en 1887,  pues entonces no tenía perfecta claridad de cuáles eran los verdaderos propósitos malignos de los estadounidenses para con Nicaragua y Centro América.

En 1882, el 15 de marzo, en su crónica “Por el lado del Norte” , Darío vuelve a mostrar sus preocupaciones por las intenciones de Los Estados Unidos con respecto a Nicaragua. Advierte con diafanidad: “Por el lado del Norte está el peligro. Por el lado del Norte es donde anida el águila hostil.” Y, sin rodeos, con meridiana claridad nos abre los oídos: “El país monstruoso y babilónico no nos quiere bien…’América para los americanos’ no reza con nosotros.”  Advierte con gran sabiduría: Estados Unidos “quiere comprar a Cuba y descuartizar a Nicaragua.  “¡Anexión!” Dicen por allá; “¡canal!” Exclaman por aquí. Lo que se sueña es Cuba de Cuba: ni de España, ni del yankee… Canal, magnífico. Sin que se les deje tomar ni un dedo de la mano, porque si toman el dedo se llevan todo el cuerpo.”  Y llama a los nicaragüenses a no hacer tratados con quien nos pone la soga al cuello… “El hombre del Norte: “¡he allí el enemigo!”

En 1898, Darío publica una cró0nica con este mismo tema de la amenaza yankee a su país y a la América de habla española: El triunfo de Calibán.  En este reportaje, Darío identifica a Los Estados Unidos con el personaje de Shakespeare. Jorge Eduardo Arellano que Darío se anticipó a la corriente modernista de los grandes pensadores hispanoamericanos, Rodó entre ellos,  en el uso de los personajes de Shakespeare para sus alegatos antiimperialistas. 

Darío caracteriza el modo de vida americano  y sus grandes logros tecnológicos, pero advierte que no puede estar de parte de ellos, no admite el triunfo de Calibán. Él sabe que el peligro que rodea a la América Española es grande: no se trata de pelear en contra de Walker, sino en contra de un país poderoso: ahí están nuestros países humillados, intervenidos y mutilados: Nicaragua, Colombia, Venezuela… Nicaragua intervenida por razones canaleras, México mutilado por la fuerza, Venezuela desamparada frente al atropello de Inglaterra.

“Martí no cesó nunca de predicar a las naciones de su sangre que tuviesen cuidado con aquellos hombres de rapiña, que no mirasen en sus acercamientos y cosas panamericanas, sino la añagaza y la trampa de los comerciantes de la yanquería. ¿Qué diría hoy el cubano al ver que so color de ayuda la ansiada Perla, el monstruo se la traga con ostra y todo?”

En noviembre de 1909, Darío –como corresponsal de La Nación de Buenos Aires- posee un amplio conocimiento de las intenciones norteamericanas. Por eso, en su trabajo “La obra de Zelaya y su caída” urgen a los Estados centroamericanos a que “tienen necesariamente que volver a ser una sola patria grande.”  Gobernaba Nicaragua el General Zelaya, educado en Versalles, Francia. Su padre fue amigo del luchador nicaragüense por la unidad centroamericana, Máximo Jerez. Era un amante de los ideales patrióticos y de los principios liberales. Darío hace un recuerdo de la obra civilizadora de Zelaya: “Se ha establecido la libertad religiosa; el laicismo en la educación; la amplia libertad de testar; el mantenimiento del habeas corpus; “el voto activo, irrenunciable y obligatorio”; la justa representación de las minorías; el establecimiento de una sola Cámara; la incompatibilidad entre el ejercicio de la representación popular y puestos de gobierno, el self goberment; la nueva Ley electoral; la secularización de los cementerios; el divorcio tal como se ha adoptado en Francia; aumento progresivo de las rentas públicas; desarrollo de la instrucción; , aumento de escuelas; […] creación de nuevas líneas férreas; ley del trabajo en protección de los trabajadores; mejoramiento de puentes y caminos; aumento de la pequeña marina del país; apoyo a empresas agrícolas y forestales, […]  el muelle del Puerto al Pacífico de Corinto.”

Zelaya, sin embargo, era una piedra en el camino para los nefastos intereses de Los Estados Unidos sobre Nicaragua y América Central. Y esa fue la razón para que Estados Unidos y su aliado, el tirano guatemalteco Manuel Estrada Cabrera desataran una tormenta política que condujo a que Zelaya depositara el mando en el Dr. José Madriz. Darío ahora no ignora las verdaderas intenciones de Los Estados Unidos y advierte que es “lamentable que nación alguna” intervenga en los asuntos internos de Nicaragua, ni aún para hacer el canal…”

Consciente de la gravedad del asunto para su Patria, Darío enarbola las palabras de Jerez a su patria Nicaragua: “Para realizar la Unión Centroamericana vigorízate, aviéntate con el trabajo y lucha por unirte a tus cinco hermanas”.

Darío vuelve sobre el asunto del Presidente Zelaya en 1910, en La Nación, el 1º. de abril, para referirse a una nota insolente dirigida al gobierno de Nicaragua por Mr. Philander Chase Knox, Secretario de Estado de Los Estados Unidos, entre 1909 y 1913. Darío reproduce fragmentos de un manifiesto firmado por nicaragüenses protestando por la insolencia de Knox: “El crimen de Zelaya para con el gobierno americano no es otro que el de defender la autonomía de Nicaragua contra los avances del imperialismo y en este sentido mientras más execrado sea el gobierno de Zelaya, por el americano, mayores simpatías tendrá entre los pueblos de Centroamérica, u aún de toda la América Latina, cualesquiera que sean, por otra parte, sus errores y defectos”.

La carta de Knox fue dirigida al Encargado de Negocios de Nicaragua en Washington, Felipe Rodríguez Mayorga,  y muestra el tono insolente con que la potencia del Norte suele dirigirse a los países pequeños y en ella deja ver la hostilidad hacia el Presidente Zelaya, a quien logra derrocar, para instalar un gobierno espurio.

Darío fue nombrado por el Presidente Madriz como representante de Nicaragua ante las celebraciones del Centenario de la independencia de México. Cuando llegaba al puerto de Verazruz, Darío se entera de que el Presidente Madriz  fue derrocado y de que sus credenciales no tienen valor, porque además México se niega a reconocer regímenes surgidas por l fuerza. Darío se ve imposibilitado y no puede llegar a la Capital mexicana y se embarca para retornar a España, con escala en Cuba, que recién había logrado una falsa independencia. Darío nos relata esta odisea en su trabajo “Los asuntos de Nicaragua”, escrito en La abana, en 1910.

El pretexto que Los Estados Unidos utiliza para hostilizar al Presidente Zelaya hasta lograr su renuncia es el fusilamiento de dos filibusteros, Leroy Cannon y Leonard Groce, quienes fueron capturados mientras instalaban explosivos para volar buques cargados de tropas leales en el Río San Juan y que fueron juzgados mediante un juicio ajustado a las leyes vigentes en Nicaragua, derecho que Nicaragua tenía como país soberano. Darío destaca las palabras desvergonzadas del Presidente Taff de Los Estados Unidos: “Hemos realizado indirectamente la eliminación de Zelaya y del zelayismo. Creo que cualquiera que estudie nuestra política en Nicaragua, convendrá en que ella ha producido sus exactos, justos y benéficos objetivos”.

Al comentar la política abusiva de Taff, Darío reconoce la “intrusión del fuerte y la imposición de un ya reconocido imperialismo”. Es quizá en este trabajo en donde hay una verdadera inflexión en el pensamiento de Darío en relación con Los Estados Unidos y sus relaciones con las naciones americanas. Además, llama a las cosas por su nombre: el imperialismo.  La Refutación (1911) fue escrita por Darío para el Presidente Zelaya, para desvirtuar las acusaciones vertidas por Taff ante el Congreso de >Los Estados >Unidos.

En este trabajo, que Darío pone en boca del Presidente Zelaya, nuestro poeta destaca la esencia de la política intervencionista de Los Estados Unidos, la que caracteriza como imperialismo, denominación que utilizaban varios teóricos.  Darío destaca  algunas de sus características ideológicas y algunos de los hechos que lo retratan:

“La convicción de que el gobierno de Estados Unidos solo lo ha guiado en sus relaciones con Nicaragua, como con los otros Estados de América, un solapado deseo de expansión y dominación.

“El primer paso en esta impura obra, fue estorbar a Bolívar, el independizar a Cuba y Puerto Rico, como el Libertador se proponía…

“Luego fue más lejos con aquella famosa Doctrina Monroe, que pareciendo dictada por un noble y levantado propósito , dio a los países de América del Sur, todavía inseguros, la impresión favorable de una tutela que ejercía beneficio y eficacísimo control para las ambiciones imperialistas de las potencias europeas.

“Se consolida, digo, la opinión de que las menudas repúblicas de América deben ser, para el coloso, un campo de acción y descolonización. América para los yanquis parece ser la nueva fórmula.

“Cuba una colonia disimulada donde a las aspiraciones de veinte años de lucha ha sucedido un oscuro servilismo al oro yanqui. Despótica intervención en la raza invasora, resignada sumisión en el habitante del país: he aquí el actual estado de ese pueblo, donde Martí, si viviera, desencadenaría, otra vez, su justa cólera.

“¿Y qué espectáculo, después de Cuba, nos ofrece Panamá? Quizás sean allí perores que en Cuba la intromisión y el acaparamiento porque no hallaron los yanquis, como en La Habana, una sociedad de hombres preparados a la libertad, sino una provincia desmembrada a precio de oro.

“Derrocado el gobierno de Zelaya y el de Madriz, Estados Unidos envió a Managua a Thomas Cleveland Dawson (1910) quien impuso a los nicaragüenses los famosos Pactos Dawson que se resumen así:

“Imponer que el General Juan Estrada sea presidente constitucional por dos años y que el vicepresidente sea el señor Adolfo Díaz.

“Nombrar una Junta compuesta por conservadores que dirigirá la política general del país de acuerdo con las instrucciones que le sean dadas por el gobierno yanqui y para que designe quien será el reemplazante de Estrada.

            “Convenir con Estados Unidos un empréstito por 20000 a 30000 dólares.

            “Nombrar una comisión integrada por yanquis y nicaragüenses para que estudien todos los contratos pendientes, todo esto sujeto al Departamento de Estado de Washington.”

Con motivo de la guerra civil que azotó a Nicaragua durante el mandato de Zelaya y de sus sucesores, azuzada por los yanquis, Darío enfrenta a Roosevelt: “Hay en estos momentos en América Central un pequeño Estado que no pide más que desarrollar, en la paz y el orden,  su industria y su comercio, que no quiere más que conservar su modesto lugar al sol y continuar su destino con la seguridad de que, no habiendo cometido injusticia hacia nadie, no será blanco de represalias de nadie. Esa revolución está fomentada por una gran nación. Esa nación es la República de los Estados Unidos. Y Nicaragua nada ha hecho a los Estados Unidos que pueda justificar su política. Más bien se encontraba segura, sino de su protección, al menos de su neutralidad, en virtud del tratado y de las convenciones firmadas en Washington en diciembre de 1907.”

El 28 de setiembre de 1912, Darío publicó en La Nación de Buenos Aires el artículo “El fin de Nicaragua”  En ese trabajo Darío recuerda la invasión por parte de William Walker y sus filibusteros. Explica que la ocupación de Nicaragua por los filibusteros no logra consolidarse por la guerra civil que conmovía a Estados Unidos, pero advierte que desde entonces, en ese país del Norte, el futuro imperialismo estaba en ciernes. Nos cuenta como Walker se impuso mediante el terror, sembró el espanto en Granada y muchos ciudadanos fueron objeto de persecución y asesinato. Fusiló, incendió, arrasó. Pero delo que más se duele es de los nicaragüenses que se mostraron partidarios del invasor, incluido un cura, que llegaron a pedir la anexión del país a Los Estados Unidos. Destaca la solidaridad que mostraron todos los países centroamericanos para expulsar al invasor y agresor. Como Walker intentara de nuevo la aventura fue apresado y fusilado en Trujillo, tras un juicio sumario. En este trabajo Darío está enterado de las verdaderas intenciones de los yanquis: el control total de Nicaragua para asegurarse gobiernos títeres que accedan a sus peticiones, incluidas las de hacer las reformas constitucionales que a ellos les convengan y –por supuesto, que éste era el fin supremo- asegurarse una amplia faja para la construcción de un canal interoceánico por la vía del Río San Juan, faja en la que tendrían soberanía total y dividiría el país en dos parcelas aisladas: “Y los Estados Unidos con la aprobación de las naciones de Europa –y quizás de algunas de América…-, ocuparán el territorio nicaragüense, territorio que les conviene, tanto por la vecindad de Panamá, como porque entra en la posibilidad de realizar el otro paso interoceánico por Nicaragua, por las necesidades comerciales, u otras, […] Y la soberanía nicaragüense será un recuerdo en la historia de las repúblicas americanas.”

En julio de 1914, a unos pocos meses de su muerte, Darío vuelve a denunciar las intenciones de Estados Unidos de apoderarse de una faja del territorio nicaragüense con el fin de asegurarse la posibilidad de construir un nuevo canal interoceánico de naturaleza estrictamente militar. Nicaragua es obligada a firmar el Tratado Chamorro Bryan.  En el Senado norteamericano se había discutido la posibilidad de comprar parte del territorio nicaragüense por un precio irrisorio para la construcción del canal, territorio que pasaría a la soberanía estadounidense. El Congreso de Nicaragua aprobó estas condiciones leoninas que le imponían. Eran tan vergonzantes las condiciones impuestas a Nicaragua que en mismo Senado yanqui surgieron voces que se opusieron y propusieron una interpelación a su gobierno que mantenía ocupado el territorio nicaragüense con su bandera de las barras y las estrellas enarbolada en el palacio presidencial de Managua. Estas son las contribuciones de la familia Chamorro a los atropellos yanquis a la soberanía nicaragüense.

El Cisne expiraba con un grandioso dolor en su corazón de patriota que se opuso a la “expansión conquistadora por la fuerza y la imposición del garrote roosveltiano”  con la anuencia de los traidores a la patria, hoy autoproclamados los paladines de la democracia.

No  satisfecho con señalar la barbarie yanqui sobre Nicaragua y los países americanos, en su artículo “John Bull for ever”,  Darío hace un relato pormenorizado de las actuaciones arbitrarias de Inglaterra con las cuales trató de apoderarse de la Costa de los Misquitos en Honduras y Nicaragua y de las Islas de la Bahía, territorios que eran propiedad de Nicaragua y de Honduras por haberlas descubierto España y porque así los habían convenido Inglaterra con Los Estados Unidos mediante tratados. Darío hace resaltar las sin razones que llevaron a los ingleses a mostrar su irrespeto a las leyes internacionales y a pretender, por la fuerza y la sinrazón de sus subterfugios leguleyescos, hacerse dueños de territorios que no le pertenecían.

Darío en dos de sus crónicas, una sobre Cuba y otra sobre Panamá, llegó sin embargo a elogiar el progreso de estos países a pesar de que Cuba era una semicolonia, tal como él mismo los había caracterizado y Panamá había sufrido la dentellada al arrebatársele  la soberanía de la Zona del Canal. En relación con Cuba, recordemos que él había arribado a la Isla procedente de México, en donde se había enfrentado a un disgusto diplomático que le impidió participar en las ceremonias del Centenario de la independencia del país azteca. Es posible que en agradecimiento a la hospitalidad de que fue objeto haya redactado este artículo basado en un informe anual del gobierno del General Gómez. Sin embargo pronto se dio cuánta del malestar que habían  que habían causado sus afirmaciones entre la opinión cubana y de América Latina y publicó un segundo artículo en el cual recoge estas opiniones disidentes. El trabajo sobre Panamá titulado “La República de Panamá” cuyo título escogió Jorge Eduardo Arellano  para compilar las crónicas desconocidas de Darío, se inscribe en la serie de artículos sobre los países latinoamericanos publicados en la Revista Mundial, que Darío editara en París.

Ha realizado, Jorge Eduardo Arellano, un extraordinario trabajo por el cual Nicaragua y los darianos del mundo debemos estar ampliamente agradecidos.

 

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