Construcción del pensamiento político nicaragüense
*Neruda Gómez*
El pensamiento político es algo inherente al ser humano, lo dota de una capacidad única para razonar y organizarse políticamente. Es una capacidad que no se puede desprender de la naturaleza del animal político que vive e interactúa dentro de una sociedad. Desde la antigüedad, el ser humano ha estado conformado por ideales que pretenden crear una sociedad justa, por lo que, la creación de un Estado y la búsqueda incansable de encontrar la mejor forma de gobierno que permita alcanzar el bien común, ha sido, es y seguirá siendo uno de los principales temas en el debate de las ideas.
Si
hay un punto en donde converge la diversidad del pensamiento político, es
precisamente en la creación o alcance del mejor Estado posible. “El pensamiento político es un
pensamiento de medios y de fines, de estrategias, de críticas fundadas, que se
ejerce por parte de quien detenta el poder, para encaminar su actuación a los
fines previstos; y por parte de quienes son oposición para controlar que no se
desvíe en su propósito”, (Conceptos. s.f.).
La
existencia de un pensamiento político propio del nicaragüense, es un debate que
puede ser visto desde perspectivas históricas-diferentes. Somos una
colectividad, una diversidad de rasgos identitarios, y estamos precedidos por
una historia que, en ocasiones, nos identifica como una nación unificada y protegida
por principios que le dan vida a nuestro imaginario nacional, pero en otros
momentos nos identifica como una nación ajena y dividida, separada por las conflagraciones
y los intereses políticos.
Y
es que, la identidad intrínseca del pensamiento nacional se ha quedado a veces,
recóndito y cubierto deliberadamente por corrientes extrínsecas que han pretendido
expropiar la autonomía y riqueza del pensamiento autóctono del individuo
nacional. Si nos ajustáramos sesgadamente a una observación eurocéntrica, es
probable que el pensamiento político nuestro resulte ser inexistente. Eso
porque la capacidad natural que contiene el hecho evolutivo de pensarnos
autónomamente, se ha quedado inerme ante las corrientes de pensamientos que han
predominado desde los inicios del Estado nicaragüense como una nación en
proceso de independencia.
“Partimos
del principio que en Nicaragua existe una cultura política soterrada […] el
embrión de un pensamiento político nacional”. “La clase política nicaragüense
[…] en lugar de repensar y reelaborar dicha cultura política […] ha preferido
apropiarse, a través del tiempo, de la filosofía política de franceses,
ingleses y norteamericanos” (Vargas, 1999b: 23. Cit por Pérez-Baltodano, 2003).
De
acuerdo con los rasgos que han prevalecido históricamente en la manera de
vernos y de pensarnos como nación, la originalidad ha sido raptada por modelos
exógenos que han alienado la identidad del pensamiento político nuestro. Por tanto,
el soterramiento de la cultura -a como lo expresa Vargas- y de un pensamiento
que carece de originalidad, no se aleja de los argumentos acreditados por la historia
misma. Si vemos el pasado, partiendo desde el año 1821, nuestra historia ha
sido un terreno expuesto a las hostilidades y con ciertos períodos de coincidencias
políticas, esto porque la unificación de un pensamiento político como nación,
simplemente no existía a causa de la imposición de exterioridades y de la
negación del otro durante el dominio colonial.
No
obstante, si partimos desde otra óptica e inquirimos con más amplitud sobre este
fenómeno, encontraremos que no sólo Nicaragua ha estado en la búsqueda
extenuante de su yo. Es decir que, otras naciones del mundo han sido sometidas
a esta vorágine alienante, pero particularmente los pueblos latinoamericanos
han sido colonizados y explotados a beneficio exclusivo de los conquistadores.
En
el transcurso de las primeras décadas del siglo XIX en América se inicia una
especie de independencia política, la cual se supone debía conducir a una independencia
tanto en lo económico como en lo social, y junto ello reivindicar la libertad,
igualdad y la solidaridad entre los ciudadanos.
Desde luego que, esa ruptura con el sistema colonialista representó un
punto de partida hacia la independencia y a la construcción de principios
soberanos adjuntados a la defensa de la latinoamericanidad, empero ese rompimiento
traía también, intrínseco un proceso que se extendería hasta nuestros días.
De
acuerdo con filósofo Alejandro Serrano, desde la ontología, el hombre americano
puede concebirse como ser dotado de razón, conciencia y subconsciencia,
instinto y espiritualidad y como ser histórico, avanza hacia la libertad en la
creación de una nueva cultura y valores nuevos. Igual que todos los hombres, en
su despliegue no es, sino que está siendo y dentro de sus retos están los de la
integración y la liberación, por supuesto motivado por la búsqueda de la
identidad.
La
obtención de la liberación representa aquí, una continuidad o un avance en el
tiempo y no una declaración avalada por decretos ilusorios. Por tanto, la
conquista de la libertad, la independencia y con ello los derechos de los
ciudadanos, para su alcance, no representan en su esencia un acto voluntario y que,
por no ser en la mayoría de los casos así, deben ser obtenidos por los medios
que el fin estime necesarios.
Junto
al proceso de occidentalización emergió la preocupación por impulsar otra
lectura de nuestra historia y con lo cual se ha venido sistematizando el
latinoamericanismo como pensamiento descolonizador que lucha contra el
colonialismo. En consecuencia, el conocimiento de América desde una posición
latinoamericanista, requiere atenderla con el propósito de enriquecer las fuentes
y tópicos de la filosofía de nuestra América,
(García, 2010. pag.183).
Saber
que después de siglos de colonización se logra conquistar el primer paso hacia
la libertad, debió haber supuesto un desafío inusitado, ya que, al estar faltos
de experiencia, los tiempos venideros serían un camino susceptible de
frustración, lleno de disgregaciones, pero, sobre todo, colmado de luchas por
la emancipación y la creación de lo propio.
El
americano en la búsqueda de su identidad debe apropiarse de su dignidad y
anteponerla como un cimiento inamovible para la obtención de los intereses que
le incumben. “Un origen de la filosofía latinoamericana está justamente allí en
la autoconciencia de la enajenación, la dominación y la explotación que sería
el primer paso en la dialéctica de la liberación”, afirma Serrano.
En
las oscilaciones antes descritas, Nicaragua como un componente más, fluctuaba
en la proclama de sus principios fundamentales y sometido a las vicisitudes
políticas tanto externas como internas, la construcción de lo nacional constituía
una empresa no fácil de forjar, pero que más allá de sus posibles
entorpecimientos estaría impelida por la industria de los próceres de la
patria.
La
odisea que pudo haber representado la iniciación de este proyecto, fue en su
momento una realidad razonable cuando el nicaragüense aún no se apropiaba de un
sentimiento emancipatorio, independentista y de pertenencia nacional; puesto
que éste todavía no hacía suyo el deseo del Estado-nación. De tal manera que, el
momento que dio inicio a la aspiración de lealtad popular en torno al Estado como
desiderátum, vino a representar retos y desafíos, pero con el pasar de los años,
al madurar, y una vez sincretizados los intereses fundamentales, la aspiración
se volvió persistente y se materializó como un designio progresivo e
irrenunciable.
Ahora
bien, sabiendo que Nicaragua constituye en su esencia, una nación diversa, compuesta
de un sujeto diferente a los demás, al que le toca convivir con los otros dentro
de un mismo territorio; se puede inferir que las concertaciones políticas son
una empresa compleja de realización, pero a su vez, una condición sine qua non
que no debe ser eludida. A partir de este momento, la nación es la integración
de un todo disímil, en el cual se encarna un terreno de coincidencias, una
realidad ostensible que integra a los individuos en una misma proyección, la
cual conspira a favor de un sólo proyecto, el Estado-nación.
Por
tal razón, como nicaragüenses, debemos crear nuestro propio modelo de
pensamiento, distanciarnos de los modelos que predominan en el sistema-mundo de
nuestro siglo. Debemos crear conceptos y categorías propias del Estado-nación;
consolidar nuestra realidad pensante como un factor propio y autónomo. Un
pensamiento independiente cuya única referencia medular sea una doctrina nacida
de nuestras capacidades y riquezas, de tal manera que, se irrumpa con la cosmovisión
euro-centrista y otras que han prevalecido en gran parte de nuestro historial nacional.
“La
Nicaragua posible es la Nicaragua que todos podemos construir cediendo un poco
de lo que constituye nuestro desiderátum político o el paradigma de nuestro
modelo integral de sociedad. Es la Nicaragua del consenso, la que surge de la
unidad de nuestras diferencias. La Nicaragua plural y múltiple, en la que todas
las expresiones políticas tienen un espacio legítimo. Esta Nicaragua posible es
la Nicaragua fruto de la concertación y la concertación es una forma de
conducta política, un estilo de conducir la política y lo político con miras a
la construcción de la sociedad del futuro”, (Serrano,
citado por Silva, 2017).
Infortunadamente
el pensamiento político, ha estado subyacido en corrientes que no nos
pertenecen. El Estado no siempre ha respondido a los intereses de su nación. No
siempre hemos girado en torno al Estado como un proyecto nacional en aras de
una autonomía del pensamiento político. Aunque, podemos decir que ahora somos
un pueblo que nos identificamos como Nicaragua, como una sola nación, en la que
prevalecen principios inviolables y soberanos que afortunadamente se vienen recuperando para concretar una idea de nación más inclusiva.
Finalmente,
reafirmando que, el pensamiento político como tal, es inherente a la cultura y
al sentimiento de la nación, es necesario decir que, éste debe existir y crear
su propia historia e identidad; esto bajo un contrato social que se convierta en
un proyecto nación, que mejore y transforme desde el presente la realización perceptible
del pensamiento político nacido de lo propio y de las divergencias.
“No hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas republicas americanas. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear”, (José Martí).
Referencias
* Pérez Baltodano, Andrés 2003 “Conclusiones:
Providencialismo, pensamiento político y el futuro del Estado conquistador”
(Capítulo 8) en Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación (Managua:
IHNCA-UCA) pp. 74
Conceptos.com, D. (s.f.). Concepto de pensamiento
político. Obtenido de
https://deconceptos.com/ciencias-sociales/pensamiento-politico
García, A. S. (2010). El latinoamericanismo como
pensamiento descolonizador. Revista UNIVERSUM , 2(25).
Silva, E. (2017). La Filosofía Política de Alejandro
Serrano Caldera. 22-32.
Comentarios
Publicar un comentario