Estrategia de las potencias occidentales. La guerra sucia de Israel


 Por: Jonathan Flores M.* 

La ocupación de los territorios palestinos es el resultado del juego geopolítico de las potencias occidentales desde principios del siglo XX, que sentaron las condiciones para la implantación del Estado de Israel en 1948 como ente ocupante y foco de desestabilización de una de las regiones más ricas en recursos energéticos (petróleo y gas natural) indispensables para mantener a flote el sistema productivo mundial.

Ver el conflicto desde una perspectiva local, significa la reproducción de un discurso que desliga el papel colonialista de Occidente y que oculta la responsabilidad histórica de estas potencias coloniales frente a la destrucción y sufrimiento impuesto a estos pueblos.

Las dimensiones del genocidio y la destrucción de los modos de vida en Gaza, Cisjordania y el Líbano nos muestra sin reservas que el terrorismo es la estrategia de guerra favorita de Occidente, al menos en esta región del mundo. Las masacres perpetradas por Israel en Gaza y ahora en el Líbano rompen las normas más elementales de la guerra y del derecho internacional humanitario, en principio porque se trata de una guerra sucia, bajo la estrategia de masificación de la propaganda de “lucha contra el terrorismo” incrustada en el inconsciente colectivo occidental.

Fue por medio de esta propaganda que Estados Unidos y sus aliados invadieron Afganistán en 2001, a Irak en el 2003, se impuso la guerra sanguinaria en Siria en el 2011. Medio Oriente es una de las regiones más tensas del mundo y donde en todos los frentes de guerra, en esta región, las potencias occidentales están involucradas directamente.

No hay que normalizar, por ejemplo, que Estados Unidos tiene bases militares en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin, Kuwait, Omán, Jordania y Turquía. Igualmente tiene tropas desplegadas ilegalmente en Irak, Siria, asentadas en regiones estratégicas petrolíferas donde ellos ejercen el control y contrabando de esos recursos. En los últimos meses. EEUU ha reforzado el despliegue de tropas y maquinaria de guerra en todo Medio Oriente, en el marco de la intensificación de las tensiones entre Israel e Irán.

La guerra perpetua de Medio Oriente

En la región de Medio Oriente la paz no aparece en el horizonte, la guerra perpetua financiada por las potencias occidentales resulta ser la estrategia más viable para el aseguramiento de los intereses geopolíticos, sin importar los costos humanos y la destrucción de naciones enteras. El lobby armamentista sionista- estadounidense posee una enorme influencia en el Congreso de EEUU, para garantizar el flujo financiero de la guerra y el apoyo militar incondicional hacia Israel como actor desestabilizador de la región.

El negocio de la guerra es uno de los principales  rubros  de  la  economía estadounidense; en la economía militar, el ciclo armamentista necesita de una constante justificación para aumentar la militarización, la producción y negocio de armamentos y las aventuras bélicas. Esa es la razón fundamental por la que cada cierto tiempo, los estrategas de la guerra generan nuevas doctrinas como son la contención del comunismo, la lucha contra el terrorismo, las doctrinas de seguridad nacional, las guerras preventivas, la defensa de los derechos humanos y la democracia, y las que están por surgir.

Las guerras no se hacen en cualquier lugar, se enquistan en regiones estratégicas, en especial aquellas que poseen recursos de gran valor para las grandes empresas transnacionales. No es casualidad, por ejemplo, que las regiones más inestables o propensas a sufrir intervenciones militares, golpes blandos, guerras cibernéticas y mediáticas son especialmente países geopolíticamente relevantes por su geografía y recursos vitales, casos concretos tenemos Venezuela, Irán, Siria o la República Democrática del Congo.

Un mundo en paz no es nada atractivo para los especuladores de la guerra que se endosan jugosas ganancias mediante una red global que involucra desde grandes empresas transnacionales, políticos, científicos e intelectuales, bancos y altos mandos militares. A esta red se le conoce como el complejo industrial-militar.

Desde la II Guerra Mundial, el poderío económico de Estados Unidos se ha sostenido como resultado de una economía de guerra; por un lado, aumentando la inversión militar y, por el otro, generando condiciones subjetivas y objetivas para incentivar el comercio y uso del armamento en otras regiones del mundo. Recuerdo que una vez un profesor me dijo que “sin las guerras, la economía de Estados Unidos se asfixiaría”.

Las ganancias de las guerras se reparten entre grandes consorcios empresariales, muchos conocidos por nosotros, como la empresa Boeing que suministra aviones, misiles y otros pertrechos militares a Israel para bombardear barrios, escuelas, hospitales y campos de refugiados en Gaza e incluso instalaciones y convoyes humanitarios de la ONU en territorio palestino y libanés.

La guerra contra el Líbano y el equilibrio de poder

La nueva escalada militar de Israel contra el Líbano es parte de la ecuación de guerra que el consorcio sionista-estadounidense mantiene en la región. Los ataques transfronterizos por parte de Israel son el crisol para mantener la tensión geopolítica en la región. No es la primera vez que el Líbano sufre ataques militares israelíes, sin embargo, el régimen sionista se enfrenta a una resistencia que tiene la capacidad de frustrar sus objetivos militares y geopolíticos.

Las milicias de Hezbolá son el principal desafío para los intereses de Israel, que busca influir en el Líbano para erradicar la resistencia y apoyar un gobierno libanés proclive a sus intereses occidentales. El Eje de la Resistencia que involucra a Irán, a las milicias de Hamás, Hezbolá, el gobierno sirio, los hutíes de Yemen y grupos armados en Siria e Irak, tiene como objetivo contrarrestar la influencia de EEUU e Israel en la región. El Eje aboga por un nacionalismo islámico, es antiimperialista, defiende la causa palestina y se opone a la ocupación ilegal de esos territorios por parte de Israel.

Es por esta razón que la guerra en el Líbano representa una encrucijada para las fuerzas de ocupación israelíes, basados en una guerra de desgaste en varios frentes. Por un lado, en Gaza contra las milicias de Hamás que no ha podido vencer a pesar de un año de intensos bombardeos indiscriminados contra miles de población civil desarmada; y, por el otro lado, contra las fuerzas de Hezbolá en el Líbano que cuentan con una enorme capacidad logística y cohesión interna.

Sumado a ello, el régimen israelí también enfrenta el poder estratégico de Irán que, en los últimos meses, ha demostrado su capacidad para reconfigurar el equilibrio de poder en la región mediante su poderío militar, capaz de alcanzar objetivos militares e infraestructura crítica en el propio centro de Israel a más de 2,000 km de distancia.

El rol de Irán en la región es geopolíticamente necesario para establecer un equilibrio de poder regional, frente a la maquinaria de guerra del régimen israelí que cumple la función de ser un ente desestabilizador de la región. Desde hace varios años EEUU e Israel han tenido como blanco estratégico eliminar a los líderes de estos movimientos de resistencias para debilitar, desmoralizar y romper las cadenas de mandos, sin embargo, este objetivo no ha sido alcanzado debido a la determinación y organización de estos movimientos que han visto en carne propia el exterminio de sus pueblos.

Reflexiones finales

El negocio de la guerra por parte de Occidente se sustenta no solo en su superioridad y capacidad tecnológica- militar, sino que también en la propaganda de los valores hegemónicos de la mal llamada civilización occidental que se sustenta en el racismo, la discriminación, la colonización y las guerras de ocupación y saqueo.

El negocio de la guerra por parte de Occidente se sustenta no solo en su superioridad y capacidad tecnológica- militar, sino que también en la propaganda de los valores hegemónicos de la mal llamada civilización occidental que se sustenta en el racismo, la discriminación, la colonización y las guerras de ocupación y saqueo.

Es hora de cuestionarnos la idea del mundo civilizado que Occidente suele atribuirse como pilar fundamental y hacer otro posible, empezando con acciones concretas como denunciar el genocidio, ser solidario con la causa palestina u otros pueblos y respaldar las decisiones que rompan con toda relación diplomática o de otra naturaleza con la entidad ocupante.

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