Luchas anticoloniales y antiimperialistas



Por: Francisco Javier Bautista Lara*

Solidaridad con Palestina, nación agredida y ocupada por Israel: enclave imperialista y racista.

Después de la dramática conquista y dependencia colonial impuesta por la monarquía española durante tres siglos, del asedio por las incursiones navales del imperio colonial inglés, de la efímera sumisión al imperio mexicano por la oligarquía, el imperialismo norteamericano es, desde mediados del siglo XIX, el perturbador más sistemático y brutal de la paz y la prosperidad de Nicaragua, el país más agredido del último siglo. Esta pequeña nación ha sido víctima constante de agresión a su soberanía e independencia por la avidez imperial para expoliar las riquezas naturales y aprovechar la privilegiada posición geopolítica. Ha sido evidente la virulencia imperial, inhumana y voraz que no ha doblegado la dignidad patriótica. La rebeldía del pueblo nicaragüense sólo se explica desde la experiencia histórica que hace que el antiimperialismo sea actitud, vocación y principio y se halle instaurado en la conciencia nacional. Veamos en perspectiva la evolución histórica.

Aunque el arribo de los aventureros europeos a las islas del Caribe se dice que ocurrió el 12 de octubre de 1492, en realidad, por error acumulado del calendario juliano, corregido y sustituido por el gregoriano en 1582, indicaría que la fecha astronómica era 20 de octubre. Lo fundamental, a pesar de las imprecisiones, es reconocer que aquellos no fueron momentos idílicos sino que iniciaron una traumática y radical transformación por la inesperada incursión de numerosas expediciones con exóticos y agresivos personajes que comenzaron a desmantelar todas las estructuras humanas, sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas existentes, saquearon, arrasaron e impusieron desde la violencia justificadora del propósito imperial, un nuevo orden de las que las generaciones precedentes y actuales fuimos siendo consecuencia irremediable.

El imperio español, en el proceso de reconquista y reunificación de la península ibérica, estaba expandiendo sus dominios, comenzaría a constituir su esencia imperialista e instaurar la huella colonial en los apropiados territorios en los que dos factores fueron claves: religión e idioma, instrumentos para instaurarse y preservarse, así que sustentaron la ávida búsqueda de riqueza y poder con las proclamas para “civilizar a los salvajes” y  “convertirlos a la verdadera fe” al amparo de la fuerza bélica.  Las acciones y fines del imperio español son, a pesar de las diferencias en el tiempo y las circunstancias, de la misma naturaleza de todos los imperios exógenos y precedentes: del imperio colonial británico y del estadounidense capitalista.

Los imperios persiguen unificar, integrar, someter y subordinar para expandir su influencia, asegurar el control, apropiación territorial, material y humana utilizando la coerción, la amenaza, el control económico y tecnológico, el condicionamiento ideológico, cultural y religioso para influir en el imaginario colectivo, convencer de la superioridad del invasor y de la inferioridad y necesaria dependencia de los “súbditos” o comunidades bajo su influencia. Con el tiempo ese predominio permea las estructuras sociales, genera nuevos comportamientos y maneras de interrelacionarse, creer, ser y vivir.

Toda invasión imperialista siempre tuvo la respuesta de algún acto de dignidad y resistencia frente a la agresión. La rebeldía es legítima para preservar el estado de orden prevaleciente, proteger la identidad y asegurar la existencia, es derecho soberano de autodeterminación asumida en cada tiempo por cada pueblo o nación.

Primera: contra imperio colonial español

Para Nicaragua el largo período de tres siglos de conquista y dependencia española comenzó en abril de 1523 con la primera incursión de la expedición de Gil González, seguida siete meses después, del segundo contingente encabezado por sus rivales Francisco Hernández de Córdoba, subalterno de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla de Oro (Panamá). La primera despertó la resistencia indígena a través de Nicarao y Diriangén para preservar, a pesar de la confusión y el terror, la soberanía de las “repúblicas de los indios”, junto a decenas de caciques y miles de pobladores ante los ambiciosos, extraños y violentos intrusos a quienes enfrentaron hasta la inmolación, el exterminio o la sumisión bajo múltiples situaciones.

El 12 de octubre Nicaragua conmemora el “Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular”. El 17 de abril de 1523 inició la resistencia indígena nicaragüense contra el imperio español, por lo que 500 años después, en 2023, el Estado de Nicaragua declaró con justicia a los caciques Diriangén y Nicarao: “Héroes indígenas de nuestras luchas antiimperialistas”.

Segunda: contra imperio colonial británico

Las islas y costas centroamericanas en el Caribe, desde el siglo XVI, en el contexto de los intereses inter imperiales por la supremacía, el acceso a rutas marítimas, la ocupación de nuevos territorios, con propósito de expansión comercial y el inhumano tráfico de esclavos desarraigados con violencia de su origen, fueron escenarios de frecuentes incursiones y ocupaciones de piratas y mercenarios de otras naciones europeas, principalmente británicos. En el Caribe de Nicaragua la influencia de los colonialistas ingleses fue evidente; no cesaron en su intento por incursionar a través del Río San Juan y el Cocibolca hasta Granada. Los colonialistas españoles e ingleses se disputaron la ocupación de estos territorios y veían la oportunidad del canal interoceánico.

En una de las incursiones inglesas para llegar a Granada, la joven Rafaela Herrera (1742 –1805), actuó con heroísmo en la defensa del Castillo de la Inmaculada Concepción sobre el Río San Juan, a 73 kms. de la desembocadura en Greytown, hoy San Juan del Norte, y a 200 kms. de Granada. El 29 de julio Rafaela, hija del recién fallecido jefe de la guarnición José de Herrera, mediante la valiente acción de disparar un cañón e impactar contra las naves inglesas, provocó la muerte del jefe y la retirada de los invasores quienes abandonaron el sitio el 3 de agosto de 1762. En 1780 otra incursión tuvo éxito, pero se vieron obligados a abandonarla por la epidemia de cólera en la que casi pierde la vida su comandante el capitán Horacio Nelson de la Real Marina Británica, quien veinticinco años después moriría como almirante en la batalla de Trafalgar.

Tercera: contra imperio mexicano y la oligarquía colonial

El Acta de Independencia de Guatemala, llamada de Centro América, del 15 de septiembre de 1821, que inició el proceso independentista, fue forzada por la cúpula de funcionarios monárquicos conservadores de la Capitanía General para evitar que el pueblo la declarara por su cuenta, asegurándose así la continuidad de los privilegios oligarcas, dejando abierta la puerta para anexarse al imperio mexicano cuatro meses después. La decisión de pasar de la dependencia colonial monárquica a la imperial oligarca despertó la rebeldía popular.

El mulato Cleto Ordóñez, militar ubicado en Granada, se levantó en armas y encabezó un movimiento político, militar y social que aglutinó a mestizos, indígenas y mulatos, se tomó el cuartel de la ciudad y bajo el lema “¡Abajo los dones!”, movilizó a los sectores populares en contra de la dependencia al efímero imperio y los privilegios oligarcas heredados de la colonia. El 15 de enero de 1823 estalló la 1ra. Revolución Popular, Antiimperialista y Anti oligarca que contagió a León y Granada e inauguró el proceso revolucionario nicaragüense. La primera Constitución Política del Estado de Nicaragua (1826) como parte de la República Federal de Centro América fue influida por el pensamiento ordoñistas predominante en el legislativo y la junta gubernativa.

Cuarta: contra imperialismo norteamericano y por la soberanía nacional

La Batalla de San Jacinto, el 14 de septiembre de 1856, preámbulo de la Guerra Nacional para enfrentar la invasión filibustera que amenazaba la independencia y la nacionalidad de Nicaragua y Centro América, constituye la primera defensa de la soberanía en contra del imperialismo norteamericano. La victoriosa batalla demostró que los invasores podían ser vencidos y que los patriotas podían vencerlos, marcó el rumbo de expulsión de los filibusteros que fueron derrotados en la heroica y coordinada acción de Centro América.

Nicaragua, desde mediados del siglo XIX fue vista por EE.UU. con codicioso interés por el canal interoceánico y después de la sanguinaria incursión por complicidad de los democráticos (liberales), una segunda intervención militar fue justificada por solicitud del presidente títere conservador Adolfo Díaz (1912).  Benjamín Zeledón resistió hasta su inmolación con patriotismo y dignidad en contra de los invasores y las actitudes entreguistas siendo precursor de la lucha antiimperialista del siglo XX.

La prolongada intervención militar de dos décadas, cuando los americanos asumieron el control militar, político y económico del país, trajo la resistencia heroica del general Augusto C. Sandino, quien, después del vergonzoso pacto del Espino Negro (1927), protagonizó la primera derrota a los imperialistas y la expulsión del territorio nacional, instaurando en la conciencia nacional la dignidad patriótica y el antiimperialismo.

En su empecinada actitud imperial la intervención estadounidense engendró a la Dictadura Somocista, la que después de la larga y dolorosa lucha por la liberación nacional, fue derrumbada por la victoriosa Revolución Popular Sandinista. La década del ochenta fue otra vez escenario de agresión de Estados Unidos quien organizó, financió y dirigió a la contrarrevolución, por lo que, conforme al derecho internacional, fue condenado y mandado a indemnizar a Nicaragua según la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

El propósito agresor imperialista para doblegar la dignidad patriótica, afectar la soberanía e independencia, impedir la autodeterminación del pueblo nicaragüense, ha continuado en la renovada etapa de la Revolución desde 2007. La construcción del bienestar común, la promoción de la solidaridad, la búsqueda de la equidad desde un modelo propio, rompiendo los privilegios oligarca y excluyentes en el modelo comunitario que con buena voluntad y compromiso se impulsa, es blanco de ataque y descalificación, de desestabilización y manipulación por los viejos y nuevos, internos y externos instrumentos de dominio imperial.

El principio antiimperialismo, con la fortaleza de dignidad y patriotismo, es en Nicaragua consecuencia histórica, necesidad de existencia de la nación y la nacionalidad, condición para la paz y el bien común.

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