EL SÍNDROME ANTICRISTIANO DE LA NACIÓN ELEGIDA
Por:Carlos Fonseca Terán*
La actitud de quienes
hoy, en nombre de un cristianismo mal entendido defienden al Estado terrorista
judío de Israel por motivos religiosos, sin importar lo censurable que por esos
mismos motivos puedan ser los actos cometidos por ese Estado confesional, cuya
religión oficial dicho sea de paso, no es esa en nombre de la cual hay personas
que lo defienden, es la misma actitud de quienes hace tan sólo unas décadas
atacaban, maldecían y maltrataban a los judíos también en nombre del
cristianismo y por motivos idénticos. Una actitud irracional y fundamentalista,
como la de los antiguos fariseos, que no se basa en valores éticos y principios
morales, sino en prejuicios fundamentalistas que, además, para colmo, son hasta
mal aplicados.
Por increíble que pueda
parecer, muchas personas no saben que la antigua nación de Israel, la de las
escrituras bíblicas, desapareció hace dos mil años y que Palestina es el nombre
histórico de la zona geográfica donde esa nación existió y donde, desde hace
miles de años habita un pueblo que tiene más de mil años de creer, igual que
los judíos, en un solo Dios, y que también desciende de Abraham, si nos
atenemos a lo que dice La Biblia; más específicamente, de su hijo mayor,
Ismael. Ese es el pueblo palestino, al que la ONU asignó entre otras, la zona
de Galilea, cuando creó el actual Estado de Israel hace setenta y tres años, y
dividió Palestina en un Estado judío y uno árabe palestino.
Allí en Galilea, nació
Jesús de Nazareth, que hasta el día de hoy sigue sin ser reconocido por los
judíos como Dios hecho hombre, lo cual también es ignorado por muchas personas
que defienden al Israel de hoy como si fuera la antigua nación bíblica guerreando
con los filisteos y no un Estado moderno, creado artificialmente y contra la
voluntad de los pobladores del sitio donde fue instalado, que ha pasado décadas
usurpando territorio, masacrando y privando de sus más elementales derechos al
pueblo palestino. También muchos desconocen que durante siglos el pueblo judío,
que realizó la proeza de seguir existiendo sin un territorio donde asentarse
nuevamente como nación, fue discriminado, perseguido y reprimido en todos los
países europeos, en nombre del mismo cristianismo desde el cual muchos hoy
defienden al Estado de Israel, pero ya no contra los antiguos opresores del
pueblo judío, sino contra el pueblo palestino, que es actualmente oprimido por
Israel.
Defender desde posiciones
fundamentalistas religiosas al Estado de Israel y por tanto sus crímenes, no es
ser cristiano ni evangélico, pues las personas que hacen esto, en muchos casos
desinformadas y de forma ingenua, son mal orientadas por ciertos religiosos que
responden, en general inconscientemente, a intereses nada relacionados con la
religión, y para los que La Biblia se reduce al Antiguo Testamento, en el que
los judíos se auto consideran el pueblo elegido de Dios, pero la doctrina
cristiana se basa en los Evangelios, que están en el Nuevo Testamento del libro
sagrado del cristianismo y donde se narra cómo los judíos rechazaron al galileo
Jesús de Nazareth como el Mesías, argumentando que “de Galilea nunca han salido
profetas”, y actualmente lo siguen rechazando. Sin embargo, esta no sería razón
válida para repudiar a quienes profesan la religión judía, porque ellos están
en todo su derecho de tener la religión que quieran y de creer o no que Jesús
es el Mesías; lo cuestionable es que sean defendidos por razones estrictamente
religiosas en nombre del cristianismo que ellos mismos rechazan o incluso
desconocen, y por supuesto no sólo es cuestionable, sino condenable que por esa
razón y también en nombre del cristianismo se hayan cometido en Europa tantos
atropellos contra los judíos en el pasado.
Es entendible que el
primer pueblo creyente en un solo Dios se haya considerado a sí mismo en aquel
momento, hace miles de años, el pueblo elegido de ese Dios Único en el que sólo
ese pueblo creía. Pero luego otros pueblos también creyeron en un solo Dios,
que es el mismo, porque si sólo hay un Dios, no pueden unos pueblos creer en
uno y otros pueblos creer en otro, a no ser los que, también haciendo uso de
todo su derecho, creen en varios Dioses. Nada de esto significa que Dios haya
elegido a un solo pueblo, porque pueblos sí hay muchos, no sólo uno, y Dios no
podría ser lo que se supone que es si para Él sólo existiera un pueblo, y menos
aún si en consecuencia con eso aprobara todo lo que se hiciera en nombre de ese
pueblo, aun en contra de lo que el propio Dios manda. Peor aún si ese mismo
pueblo, según dice La Biblia en los Evangelios, rechazó a Dios mismo hecho
hombre y lo ha seguido rechazando durante muchos siglos hasta el presente.
Repito, el pueblo judío
está en todo su derecho de no creer que Jesús de Nazareth sea Dios hecho
hombre, es decir el Mesías o el Cristo, pero no es coherente que en nombre de
ese Cristo rechazado por los judíos, se defienda al actual Estado de Israel aunque
mate niños en masa como auténtico sucesor del antiguo Rey Herodes, que según se
dice dio orden de matar a todos los niños de Galilea porque le dijeron que uno
de ellos lo destronaría; una razón entre muchas por las que ese Estado no es
digno del noble pueblo judío, y por eso no son pocos los judíos que en el mundo
entero y en el propio Israel lo condenan, afirman que no los representa y se
avergüenzan de él.
Si los regímenes
imperialistas de Europa y su heredero Estados Unidos querían expiar sus culpas
por las barbaridades que cometieron en el pasado contra los judíos durante
muchos siglos, deberían haberles otorgado una parte de su propio territorio
para que establecieran ahí su Estado, en vez de entregarles un territorio
ajeno, el de Palestina, donde vivía un pueblo con otra identidad nacional,
cultural y religiosa, tan antiguas como las naciones europeas y mucho más que
Estados Unidos. Y ese pueblo, que es el palestino, nunca había hecho nada
contra los judíos ni tenía culpa alguna de lo que los europeos habían hecho
contra ellos. Cuando me refiero a los regímenes y no a los pueblos de Estados
Unidos y Europa es porque al menos en el caso del continente europeo, en este
preciso instante los pueblos se están manifestando masivamente en las calles,
en defensa del pueblo palestino y en contra de la defensa que hacen sus
gobiernos del régimen sionista israelí.
Aunque el actual Estado
de Israel nunca debió haber sido creado (al menos no en Palestina), después de
setenta y cinco años su existencia es un hecho consumado y una realidad
innegable, y el Estado Palestino, asentado en Cisjordania y controlado por la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP) así lo reconoce. Es Israel quien no
reconoce al Estado Palestino y por el contrario, cada día ocupa mayores
porciones del territorio asignado a la nación palestina por la ONU cuando en
1947 hizo la distribución geográfica entre palestinos y judíos, luego de lo
cual fue instaurado, en 1948, el Estado de Israel. Las fronteras entre Israel y
Palestina anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967 entre árabes e
israelíes deben ser restauradas, e Israel debe reconocer al Estado Palestino
para que la paz sea alcanzada y se ponga fin así a esa tragedia que parece
eterna, pero no lo es, porque el pueblo palestino vencerá en su lucha de
liberación, que es una lucha por la paz.
Los palestinos no luchan
contra los judíos, sino contra la ocupación de su territorio por el Estado
Sionista de Israel. No se enfrentan a los soldados israelíes porque éstos sean
judíos, sino por ser los ocupantes ilegales de su territorio, que no respetan
su soberanía y les niegan el derecho a vivir libremente y en pleno uso de su
condición de ciudadanos en la nación que les ha pertenecido al menos durante
mil quinientos años hasta 1948, cuando se les impuso sin siquiera
consultárseles, por voluntad extranjera, un Estado ajeno a su identidad
nacional en su propio territorio.
La OLP, el movimiento
político que dirige el Estado Palestino y que desde hace aproximadamente
treinta años gobierna en Cisjordania, aunque sin soberanía, fue fundada en los
años sesenta y durante unas tres décadas combatió con las armas contra la
ocupación israelí. Actualmente la OLP prioriza el diálogo para alcanzar la paz,
mientras, por el contrario, Hamás, fundada a finales de los ochenta y que
gobierna también sin soberanía en Gaza desde hace más o menos veinte años,
apuesta solamente a la lucha armada y para nadie es un secreto que sus métodos
provocan inevitablemente, víctimas entre la población civil. Pero lo mismo hace
Israel, con la gran diferencia de que éste es el agresor, el ocupante ilegal, y
los palestinos del grupo político que sea defienden sus derechos como nación
enfrentándose al opresor sionista que les niega esos derechos.
La OLP, que dirige el
Estado Palestino y gobierna en Cisjordania, es una organización política de
izquierda, revolucionaria y de carácter laico, como la mayor parte del
movimiento revolucionario árabe. Por su parte Hamás, que gobierna en Gaza, es
un grupo islamista, y salvo excepciones como esta misma organización, estos
grupos suelen ser de derecha, reaccionarios y por consiguiente, enemigos de los
revolucionarios árabes; incluso la mayor parte de los islamistas se oponen a la
Revolución Islámica de Irán (por eso no hay que confundir islámico con
islamista, o el Islam con el islamismo, pero eso ya tendría que ser tema de
otro análisis). Pero a diferencia de otros grupos islamistas, Hamás defiende
junto a todos los patriotas palestinos una causa justa, y en defensa de esa
causa ha tenido siempre el apoyo político y moral, como lo han tenido desde
mucho antes la OLP y los palestinos en general, tanto del Estado revolucionario
islámico de Irán como de Estados árabes laicos con tradición patriótica y
revolucionaria, entre ellos Siria y Argelia, o Libia bajo el liderazgo de
Muammar Gaddafi, gran amigo de la Revolución Sandinista y asesinado,
precisamente, por grupos islamistas con apoyo de la OTAN, y que así como Al
Qaeda o el Estado Islámico, son criaturas del imperialismo que en algún momento
se salen de control, aunque tal vez no tanto como parece.
La defensa de la causa
palestina es la defensa de lo que es justo, y esa es la más alta expresión de
los valores auténticos del cristianismo, el Islam, el judaísmo, el budismo y
todas las formas socioculturales de espiritualidad adoptadas por diferentes pueblos,
que son los mismos valores éticos universales surgidos en el transcurso de la
evolución de la conciencia humana a través de los siglos, y que no requieren de
una religión en particular o de la creencia en alguna forma de divinidad para
ser practicados, pero en cuya formación no se puede negar y por el contrario,
se debe respetar profundamente e independientemente de las creencias o no
creencias personales de cada quien, el papel que han jugado las diferentes
manifestaciones religiosas en sus más puras, nobles y auténticas expresiones,
incompatibles en el fondo con la intolerancia, los prejuicios e incluso, las
supersticiones y la ignorancia, pero sobre todo con la defensa de la
injusticia, la mentira y la práctica de la maldad, que caracterizan las acciones
de lo que se ha dado en llamar Occidente, así como el contenido fundamental de
su hipócrita discurso en defensa del sionismo genocida, que terminará siendo
derrotado por la lucha del pueblo palestino y por qué no, por la dignidad y
grandeza espiritual del propio pueblo judío, portador de tantas virtudes y que
tanto ha aportado a la humanidad, precisamente en la formación de esos valores
que nos hacen defender hasta las últimas consecuencias, como lo hemos hecho
siempre los sandinistas, la lucha del pueblo palestino
por su liberación.
Comentarios
Publicar un comentario