SER DUEÑOS DE NUESTRA HISTORIA
Por: Jorge Bautista Lara*
El
título de este artículo, retoma el sentido de la segunda línea de anotación del
libro “Somos lo que recordamos”, escrito por Francisco Javier B.L, y que
parafrasea el “seamos dueños de nuestra historia”. Ambos en la portada.
Su
edición es de reciente salida del horno con fecha de junio del corriente año,
es decir un libro de historia en edición del presente.
Pero
el “ser”, en el subjetivo del conocimiento y dominio, requiere de la existencia
de un “algo”, con un contenido con sustancia y trascendencia. Y en este caso el
texto hace referencia que ese “algo” es “nuestra historia”.
¿Y qué
pasa si no tenemos mayores recuerdos? ¿Y qué pasa si los recuerdos fueron borrados,
diluidos, matizados, sustituidos, alterados, ocultos, etc.? No llegaríamos a
ser lo que tendríamos que ser verdaderamente.
En la
conquista española, y luego en el traslape histórico con la llegada del imperio
norteamericano, ambos imperios apostaron en borrar todos nuestros recuerdos e
historia, no solo de Nicaragua, sino de Latinoamérica. Y para ello ocuparon los
medios disponibles que cada uno tuviese, en su momento, al alcance. Y así
borrar las pistas que llevasen y condujesen al encuentro de nuestra verdadera
identidad histórica, a nuestra riqueza y grandeza (de alguna manera lo lograron).
Algo
que nos llevaría al descubrimiento de una gran verdad y realidad, y es que
nadie nos ha descubierto, porque nosotros ya estábamos aquí como civilización y
cultura, como población con propias estructuras administrativas, de gobierno,
laboral y funcionamiento de vida y sociedad. Que teníamos nuestra propia
identidad antes de “la destrucción de las Indias”, a como expresa Francisco en
su libro.
Por lo
que el libro, desde el mismo título, nos llama e invita a investigar,
descubrir, y rescatar nuestra grandeza desde la misma historia. Funciona como un
anzuelo que atrapa y jala para extraer y rescatar, desde el fondo, nuestra
“historia perdida”. Y con ello, dar acompañamiento en su reinterpretación.
Son 18
ensayos, escritos cada uno en contextos y fechas distintas, pero unidos por un
hilo de continuidad en una búsqueda de otra forma de abordar el estudio de la
historia. Aportando datos y fuentes que nos pueden colaborar en la tarea. Y, en
uno de sus iniciales ensayos, abre la puerta de manera apropiada y cargada de
sentido figurado, con el significado de la palabra “huracán”, la que ocupa como
sentido mismo de explicación con respecto al daño que hizo la conquista, al desastre
y matanzas. Interesante analogía.
En
otro de los ensayos rescata al personaje de Cleto Ordoñez a inicios del siglo
XIX, y su acción heroica de ser el primer dirigente de la primera revolución en
Nicaragua, quitándo polvo del olvido que lo ha ocultado por dos siglos,
pormenorizando las acciones de ese momento, así como su origen de nacimiento. Y
que aporta con ello, una prolongación aún más atrás en el tiempo en cuanto a
los análisis de ese sentido de pueblo rebelde que somos, que busca su libertad
y soberanía como país y nación.
El
discurrir en la Batalla de San Jacinto, el bombardeo con aviones por parte de
Estados Unidos a las ciudades de Chinandega y Ocotal, donde por primera vez en
la historia fue ocupada la aviación en una guerra, y que Nicaragua fue el
escenario de prueba del nuevo Imperio Norteamericano. La traición a Nicaragua, la traición a
Sandino, el terremoto de 1931, el ascenso de Somoza al poder como engendro de
la ocupación y su prolongación bajo nuevos modelos de ausencia física de
soldados norteamericanos.
Una
historia narrada en breves etapas y saltos, que llega a conectar en el presente
con la gesta y biografía de Leonel Rugama. En esa herencia de continuidad de
una historia. Pasando por analizar cuáles son las claves de la política
exterior de Estados Unidos y los dos siglos de luchas y victorias de nuestro
pueblo. Culminando, como cereza del pastel para lectores y estudiosos del tema,
en el desarrollo como nación, el abordaje de la evolución de la historia de la
autonomía de las universidades en el país.
Es una
limitada síntesis la que elaboramos en este artículo, pues son 400 páginas con
una lista de temas que no hemos citado por la brevedad de espacio.
Centremos,
por lo tanto, nuestra atención en esa invitación del autor a los lectores a
leer, a los historiadores a investigar más, a los arqueólogos a seguir
levantando las páginas de la tierra con sus excavaciones en la búsqueda de
“nuevos” datos de la verdad de nuestra historia. Haciendo caso de la
advertencia que se nos hace sobre el eurocentrismo con que se ha abordado
nuestros temas de historia en el pasado. Una visión aprendida del como ver las
cosas bajo lupa europea.
Es
decir, al final, nadie puede quedar desafectado, una vez leído el libro, de
esas letras e ideas vertidas y reunidas. Señalando, que son solo tópicos que
revisan la historia, pero que apenas inician la temática. Porque es importante
recordar, recordar sustancialmente, sustancialmente la historia, historia que
nos da identidad, identidad que nos da solidez de lo que somos y valemos como
pueblo, porque “Somos lo que recordamos”. Y así, a como hemos titulado el
artículo, ser dueños de nuestra historia.
Enhorabuena,
ha llegado un buen libro para leer, estudiar y sumarlo a nuestras bibliotecas
personales e institucionales.
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