BRICS, el acrónimo se convierte en proyecto
Fabrizio Casari*
La reunión de los
países BRICS en Johannesburgo ha sido sin duda el acontecimiento más importante
de este año. Se celebró un encuentro que, con los nuevos integrantes a partir
del 1 de enero de 2024 - Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Argentina, Eritrea
y Etiopía - representará el 46% de la población mundial y el 37% del PIB del
planeta. Si tenemos en cuenta que en su nacimiento, en 1995, sólo representaba
el 16,9% del PIB, pasando al 26,1% en 2010, podemos entender cómo el aumento de
relevancia de los BRICS es inversamente proporcional al del G7, que ha pasado
del 66% en 1990 al 46% en la actualidad.
Una confrontación
que será cada vez más despiadada para Occidente. Según el presidente chino, Xi
Jinping, la adhesión de nuevos países "marca un nuevo punto de
partida". De hecho, hay un dato que, más que ningún otro, avala las
palabras del líder chino: con la entrada de los nuevos países, el bloque del
Sur Global pasa a tener entre sus filas a los 9 mayores productores mundiales
de hidrocarburos, más del 61% de la producción; y cuando se sumen otros países
como Venezuela y Argelia, la cifra será aún más nítida. Gigantes demográficos
como Indonesia y Pakistán, países de importancia estratégica como Turquía,
Túnez y Argelia, y países de gran interés geopolítico y valor ideológico como
Nicaragua, Cuba y Venezuela, también fortalecerán aún más a los BRICS.
La cumbre era
especialmente esperada por varias razones. Entre ellas, la aprobación de
procedimientos y criterios para nuevas adhesiones, la ampliación de la cooperación
entre los países miembros sin el uso del dólar, las plataformas de pago
alternativas y el crecimiento del papel del Banco de Desarrollo.
El documento final
de Johannesburgo es, de hecho, un manifiesto del Nuevo Orden Internacional que
se pretende conseguir. Se apuesta por el multilateralismo y la defensa del
Derecho Internacional, del que se considera piedra angular a la ONU, pero se
reclama una reforma de su Consejo de Seguridad, con una mayor presencia de los
países en desarrollo, para quienes también se pide una mayor representación en
los organismos internacionales y foros multilaterales; confirma su oposición a
las sanciones unilaterales y a las barreras aduaneras, incluso cuando se
imponen con el pretexto de proteger el ecosistema frente al cambio climático;
por último, pide el desarrollo de una convención internacional para luchar
contra el uso fraudulento y delictivo de las tecnologías de la información y la
comunicación.
Los BRICS se
consideran actores centrales de la nueva gobernanza mundial: expresan su
preocupación por los conflictos en todo el mundo e insisten en el diálogo como
método para resolver las disputas internacionales. Apoyan la resolución
pacífica de los conflictos de Ucrania, Níger, Libia y Sudán y el programa
nuclear iraní, y abogan por reforzar los acuerdos de no proliferación de armas
de destrucción masiva.
El reto de un
nuevo orden mundial
La idea básica es
la de un nuevo diseño planetario, donde la inclusión, las políticas
equitativas, el desarrollo armonioso y el comercio en igualdad de condiciones
sean el motor de un nuevo modelo económico mundial. Una alternativa a las
políticas excluyentes del turbo-liberalismo, que son el mantra ideológico del
G7. Una diferencia fructífera, dado que, como recordó Vladimir Putin en su
discurso, "el crecimiento estimado para los países del G7 en 2024 es del
1,4% del PIB, mientras que para los países BRICS el crecimiento será del
4%".
Por supuesto, no
se trata sólo de doctrinas económicas contrapuestas: las ideas de una forma
diferente de producir y distribuir, responden a los planteamientos culturales
que, aunque plurales, parecen converger en los BRICS hacia una síntesis cada
día más. De hecho, como premisa y consecuencia de tal diseño económico, está la
parte más política que sustenta el modelo que proponen, que rechaza cualquier
hegemonía en las relaciones internacionales y señala como prioritario el
respeto a la soberanía nacional de cada país y al principio de no injerencia en
sus asuntos internos y en el modelo político y social que persigue.
Lo que también
destaca en la comparación con el unipolarismo occidental es el diferente tamaño
e impacto de los dos bloques en el planeta. El occidental controla las palancas
de las finanzas mundiales, pero el Sur global posee los alimentos, el agua y
todos los recursos fósiles (hidrocarburos sobre todo) y mineros, las tierras
raras y todos los activos estratégicos del suelo, el subsuelo y los mares. Es
el choque entre dos modelos de gobernanza: uno, el sistema dominante, ávido de
energía y belicoso; el otro, insurgente, con una nueva idea de cooperación y
seguridad mutua. Es la lucha entre un capitalismo sin capital, con riqueza
hecha de papel, contra la riqueza de bienes primarios y secundarios necesarios.
El Norte amenaza y sanciona, pero el Sur Global, capaz de grandes avances
tecnológicos y dotado de soberanía política y de un sistema de alianzas
internacionales, ara el suelo del mundo que viene.
¿Unilateralismo o
multipolarismo?
La guerra en
Ucrania ha dado aceleración y profundidad al conflicto político con Occidente
colectivamente, sobre la interpretación y consecuencias de la guerra. En
abierto rechazo a las sanciones que precedieron y siguieron al ataque
estratégico de la OTAN a Rusia, los BRICS apoyaron a Moscú, alcanzando -como
mencionó Putin en su discurso- "un intercambio comercial de 230.000
millones de dólares". En este aumento de las importaciones/exportaciones
con Rusia, hay un elemento de interés comercial y también de reconocimiento
político hacia un país que desempeña un papel motor en esta porción del mundo,
al que ofrece apoyo político, alimentos e hidrocarburos para el desarrollo y
seguridad en la lucha contra el neocolonialismo.
En Johannesburgo
se dio una fuerte aceleración de la desdolarización y el aumento constante del
comercio en las respectivas monedas. La búsqueda de los mecanismos y plazos en
los que los BRICS podrán tener sus propias monedas, fue otro de los temas
tratados en la cumbre. Según el presidente sudafricano, Ramaphosa, los líderes
de los BRICS instruyeron a los ministerios de finanzas y bancos centrales de
sus países para que evalúen la posibilidad de lanzar instrumentos y plataformas
de pago basados en monedas nacionales. Al mismo tiempo, precisamente por la
necesidad de sacar la financiación y el crédito internacionales del abuso
político de Occidente sobre los organismos financieros internacionales, el
Banco de Desarrollo verá crecer su papel de forma constante.
Avanzar a marchas
forzadas hacia la desdolarización es el toque de trompeta más ominoso para Estados
Unidos, que contrae deuda internacional sin tener que pagarla, limitándose a
imprimir más dinero. Lo que mantiene un modelo fracasado pero altera
profundamente toda la economía mundial en beneficio de Washington.
Los próximos en
llegar
El número de países
que solicitan unirse a los BRICS parece ser una cifra que puede actualizarse
mes tras mes y esto, en sí mismo, es una amenaza más para el sordo y rapaz
Occidente. Porque estos países, aunque en geometrías variables, representan la
mayor fuerza del nuevo mundo que socava al viejo. El Sur global deja de ser un
punto geográfico para convertirse en un sujeto político que irrumpe en el
escenario planetario. Se lanza el desafío al Orden Internacional inaugurado con
la caída del campo socialista, que puso en evidencia el peor fracaso
estratégico del liberalismo imperial en el apogeo de su poder.
Ya no serán sólo
países con historia e identidad socialistas, aunque decisivas e impulsoras, los
que se enfrenten entre sí: también habrá países que, aunque ideológicamente
disímiles, en el rechazo a un sistema unipolar y en la búsqueda de uno
multipolar encontraran consonancias estratégicas, perfiles identitarios y
procedimientos compartidos con el Socialismo del tercer milenio.
Por eso, la
reunión de Johannesburgo no tuvo nada de rutinaria, y bien lo saben las
cancillerías y los grandes medios de comunicación imperiales, que nunca antes
se habían interesado tanto por el asunto BRICS, visto como un asunto sin
relevancia estratégica. Siempre han considerado que las diferencias eran
mayores que las consonancias. Error entre errores.
En cambio, la
cumbre que acaba de concluir representa un paso fundamental en la construcción
de una estructura de gobernanza alternativa, con una parte del planeta que ya
no pretende reaccionar de forma esporádica y sálvese quien pueda al acoso
imperial. Ese tiempo ha terminado, estamos en otra fase.
Johannesburgo puso
de relieve cómo el proyecto de construcción de normas y procedimientos
económicos y financieros internacionales es una parte esencial y no marginal de
un proyecto político alternativo general de carácter global. El
antiimperialismo ya no es sólo una teoría política, se ha convertido en una
necesidad ineludible, en el diseño de un futuro posible o de la falta del
mismo. Ese mundo diferente, representado por los países emergentes, se levanta
para declarar que el unipolarismo imperial no es la última página de la
historia.
Que hay un nuevo
libro hecho de equidad, equilibrio, respeto y aprecio de todos y entre todos,
que tiene en la escucha mutua y la seguridad común las llaves que abren las
puertas de este nuevo siglo. Esta es la síntesis de Johannesburgo: el viaje
está en marcha, nada será como antes, el mundo será diferente. Y que el anuncio
venga de la capital de una nación que gracias al internacionalismo vio la
derrota del apartheid, evoca una señal simbólica con mil significados. Uno más
dulce que el otro.
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