Bolívar en la poesía de Rubén Darío

Víctor Manuel Ramos*



Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, conocido como Simón Bolívar, nace en Caracas, Capitanía General de Venezuela, el 24 de julio de 1783 y fallece en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830. Fue un militar y político, fundador de las repúblicas de Colombia y Bolivia y una de las figuras más destacadas de la emancipación americana frente al Imperio español. Contribuyó de manera decisiva a la independencia de las actuales Repúblicas de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y la República Bolivariana de Venezuela.

Rubén Darío, conocido, cuando niño, en Centro América como el poeta niño por la precocidad con que inició su producción poética, supo de la figura histórica de Bolívar a muy temprana edad. En casa de su tío, el Coronel Ramírez, se hablaba de política y sobre todo se hacían planes conspirativos en favor de la unidad centroamericana. Darío leía con avidez todo cuanto libro caía en sus manos, de tal suerte que a los once años de edad había logrado un enorme caudal de conocimientos inusuales para un niño de su edad y tenía pleno conocimiento del Libertador Simón Bolívar. Se celebró, en León, la apertura del Ateneo, el  15 de agosto de 1881. En esa ocasión  el niño leyó su poema «Al “Ateneo” de León»[1], compuesto de 19 décimas en las que hace un recorrido veloz por la historia intelectual y heroica de la humanidad y celebra las ilustres figuras que lucharon para brindarnos la independencia y la libertad. En la décima número ocho se encuentra un loor al libertador:

¡De la libertad, la Diosa

que ofrece miel y no acíbar,

hada que arrulló a Bolívar

en una cuna de rosa![2]        

Darío era un auténtico unionista y tenía en el pedestal de sus figuras ilustres a Francisco Morazán, héroe de la unidad centroamericana y a al insigne unionista nicaragüense Máximo Jerez. Poseía, además, un sentimiento libertario profundamente arraigado en su formación y esa y no otra es la razón por la que en este poema al Ateneo, Darío dedica muchos de sus versos a glorificar a la Libertad, sobre todo a la que nos brindaron los héroes de la emancipación americana. En ese tiempo Cuba luchaba por su independencia y se queja de que la Isla “lleva espinas / en la sien que le maltratan[3]. Ese sentimiento unionista le conduce, más tarde, a ser panamericanista en una plena identificación con los ideales de unidad de la América que habla español, por la cual lucharon el Libertador y José Martí. Este ideal fue levantado, nuevamente, con gallardía y heroísmo por Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Rafael Chávez Frías.

A esa corta edad, Darío es precoz en muchos aspectos. Un día les comunica a sus amigos que se casa con Rosario Murillo. “La carcajada fue homérica –nos cuenta el mismo Darío-. Tenía apenas catorce años cumplidos. Como mis buenos amigos queredores viesen una resolución definitiva en mi voluntad, me juntaron unos cuantos pesos, me arreglaron un baúl y me condujeron al puerto de Corinto, donde estaba anclado un vapor que me llevó en seguida a la República de El Salvador[4].

En El Salvador recibe una amigable y paternal acogida por parte del Presidente Rafael Zaldívar, pero como el muchacho se gastaba la mesada que le había asignado en francachelas y borracheras, Zaldívar envió a la policía para que pusiera a Darío bajo el cuidado del Dr. Reyes, Director de un Colegio, con órdenes de ponerlo a trabajar y de no dejarlo salir. Hasta que un día fue llamado, tras largos meses de auténtico cautiverio, por orden presidencial para que escribiera un poema en homenaje a Bolívar que el mismo Darío los leería en la solemne velada cultural que el gobierno preparaba con motivo de los 100 años del nacimiento del libertador, el 24 de julio de 1883. Esa fue una ocasión inolvidable para el poeta porque estrenó su primer frac y pudo tener contacto con la sociedad salvadoreña. Darío escribió una oda  que “según vagamente recuerdo – nos cuenta el poeta-era bella, clásica, correcta, muy distinta, naturalmente a toda mi producción en tiempos posteriores[5]. En la velada, Darío lee su poema “Al Libertador Bolívar”[6],  de 255 versos, que se editará en la Imprenta de la Ilustración.

La oda fue escrita en quintetos lira, una estrofa de cinco versos de siete y once sílabas rimados en consonante distribuidos así: 7a–11B–7a–7b–11B. Esta forma poética italiana la cultivó Garcilaso de la Vega, fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Es en la obra de estos poetas castellanos donde la encontró Darío. El poema consta de cincuenta y una estrofas, posee un lenguaje altisonante, lleno de loas al libertador, ensalza, principalmente, el amor de Bolívar por la libertad y el empeño con su espada para darnos repúblicas libres. Darío hace mención de Francisco Morazán en este poema en dos ocasiones. La primera, para engrandecer el gesto del pueblo salvadoreño, ferviente admirador del héroe centroamericano, al que llama:

pueblo valiente,

altivo y soberano

         que al rudo tirano

         supo vencer en Coatepeque[7]

La segunda, hace un parangón de los dos titanes. El primero-Morazán-  homenajeado en Cuscatlán mediante el bronce inmarcesible y el segundo –Bolívar- elevado al solio por el arte y el talento que se derramó en la velada[8].

Darío no escatima metáforas e imágenes para glorificar la figura continental y universal de Bolívar. Le compara con el cóndor andino, con la luz de la victoria, y considera a Los Andes como el pedestal para su victoriosa bandera de libertad.

         ¡Salve al cóndor andino

         que al Chimborazo arrebató su llama!      

La enhiesta cordillera,

         con sus grandes peñones de granito

fue para su bandera

pedestal, ¡y su grito

de libertad, resuena en lo infinito! 

Bolívar se levanta

con la aureola inmortal que orla su frente

y coloca su planta

sobre el Ande; y ardiente

sonríe con amor al Continente.[9] 

Eleva a la sublimidad el genio militar del Libertador y se refiere a la decisiva, para la libertad de la Gran Colombia, batalla de Carabobo. El 24 de junio de 1821, Venezuela fue guiada por Simón Bolívar en la Batalla de Carabobo, donde venció a España, guiada por el mariscal de campo Miguel de la Torre. Dio así, fin al dominio español y comienzo a la Venezuela independiente. Carabobo no es sólo una batalla sino, ante todo una campaña expresión de unidad, estrategia, organización.

                   ¡Honor al Jefe probo

                   que hoy hace tributar digno homenaje

                   al que allá, en Carabobo

                   con sublime coraje

                   el yugo quebrantó del coloniaje.[10]

En el último verso que he leído y en otro que dice:

                   a América como una desposada.[11]

vemos claramente como el poeta, a pesar de su corta edad, ha vislumbrado ya el más grandioso de los ideales del libertador, la unidad de los pueblos hispanos para enfrentar el peligro que representan Los Estados Unidos. Esta idea la desarrollará Darío, magistralmente en su poema a Roosevelt que fue incluido en su obra cumbre “Cantos de vida y esperanza”:

                   Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo,

                   el Riflero terrible y el fuerte Cazador,

                   para poder tenernos en vuestras férreas garras.[12]

Darío, que ha crecido en la Nicaragua convulsa, asediada por tiranos y traidores a la patria, no puede dejar de advertir a los pueblos sobre la necesidad de que la espada vengadora del libertador y de nuestros héroes emancipadores permanezca altiva, vigilante, en la conducción de los pueblos para la reconquista de la independencia sometida, de la dignidad de los pueblos aplastada y de la libertad atropellada. Por esa razón advierte:

                   ¡Aún se escucha el grito

                   Que del tirano el pedestal derrumba;

                   Aun vese al héroe invicto;

                   Aun la metralla zumba

                   Aún el estruendo de Junín retumba![13]

Y se place el poeta niño de que los pueblos permanezcan despiertos en defensa de sus derechos, de sus libertades, de sus patrias pisoteadas y condena las guerras fratricidas a las que empujan los falsos líderes a sus pueblos:

                   ¡Ay!, que por suerte aciaga,

Hay también en los pueblos y naciones

                   Agitación que amaga,

Crudas revoluciones,

Vértigo, tempestades y aquilones.[14]

Otro poema de Darío dedicado al Libertador circula en las redes, pero este texto no los he podido encontrar en las Poesías completas de Rubén Darío, publicadas por la Editorial Aguilar de España, en edición realizada por Alfonso Méndez Plancarte (1951). Se trata del Himno al Libertador Simón Bolívar, que se cantó en la misma velada artística, con música de Aberle, que no se ha conservado y se menciona en las “Notas bibliográficas y textuales” de la obra arriba citada, información que Méndez Plancarte recoge del libro del Dr. Diego Manuel Sequeira: “Rubén Darío Criollo”, editado en Buenos Aires, en 1945.

                   ¡Gloria al Genio! A la faz de la tierra

de su idea corramos en pos,

que en su brazo hay ardores de guerra

y en su frente vislumbres de Dios.


¡Epopeya! No pinta la estrofa

del gran héroe la espléndida talla,

que en su airoso corcel de batalla

es su escudo, firmeza y verdad.


Y subiendo la cima del Ande,

asomado al fulgor infinito,

coronado de luz, lanzó un grito

que resuena doquier: ¡Libertad![15]

Este poema, como habrán observado contiene el mismo lenguaje y la misma armadura creativa de la oda que recién he comentado, pues escrito casi simultáneamente.

En 1888, en la Imprenta Nacional de Managua, sale a la luz pública en libro Primeras Notas (Epístolas y poemas) que Darío fecha en 1885. Antes de partir a Chile, en 1885, entrega, a la Imprenta Nacional de Managua, los originales de este primer libro de su poesía. Por desgracia, el libro permanece inédito hasta el retorno a su patria del poeta nicaragüense, en 1888. Sin embargo, Torres informa que, en viaje a Chile, en Junio de 1886, “Al pasar por Guayaquil se informa de un periódico local y reproduce la “Epístola a Juan Montalvo””. Cuando aparece “Epístolas y poemas” ya se había publicado, en Valparaíso, en el mismo año, el libro emblemático de Rubén,  “Azul...”, con el que iniciaría su revolución de las letras castellanas. Rubén Darío vuelve a dedicar un extenso poema al Libertador Simón Bolívar en su célebre epístola “A Juan Montalvo”, escrita en endecasílabos y verso libre. En este libro Darío ya apunta, con muchos de sus textos, a la transformación de la poesía castellana.  En la sección seis de esta epístola, Darío vuelve al elogiar al Libertador:

La fama lleva pregonando el nombre

del gran Libertador; henchido el pueblo

de gozo, lo pronuncia reverente,

y las madres lo enseñan a sus hijos

infundiéndoles fe y amor intenso

a lo grande, respeto a los valientes

que luchan por las caras libertades

y profundo rencor a los tiranos.[16]

En este poema Darío nuevamente enfatiza el ideal bolivariano de la unidad americana y nos lo presenta como el centinela, igual que Morazán que vigila eternamente, según Neruda, de las libertades y el porvenir de nuestros pueblos y naciones:

Ese es el gran Libertador de un mundo[17]

El amor de Darío hacia Bolívar persiste en su madurez. No hay más referencias al héroe continental en sus subsiguiente obra poética, pero su nombre es mencionado múltiples veces en sus crónicas, sobre todo cuando se refiere a la defensa de la unidad continental, a la defensa de nuestras patrias en contra de la voracidad norteamericana, con su doctrina Monroe, que Darío llamó por su nombre: imperialismo y que le impidió a Bolívar lograr la independencia de Cuba y de Puerto Rico, como se lo proponía.

24 de junio de 2015



[1] Darío, Rubén: Al “Ateneo” de León. Poesías completas. Edición, introducción y notas de Alfonso Méndez Plancarte. Undécima edición. Aguilar, Madrid. 1968. Pag. 16-21. Todas las citas de poemas de Darío están referidas a esta edición.

[2] Id. Pag. 18.

[3] Id. Pag. 19.

[4] La vida y obra de Rubén Darío contadas por él mismo. Compilada por Antonio Piedra. Revista de la Universidad. Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Número 12, julio, agosto y setiembre de 2003. Tegucigalpa. Pag.15.

[5] Id. Pag.16.

[6] En Poesía completa, pags. 68-75.

[7] Poesía completa. Id. Pag. 70.

[8] Id. Pag. 71.

[9] Id. Pags. 68 y 72.

[10] Id. Pag. 72.

[11] Id. Pag. 73.

[12] A Roosevelt. Id. 639-641

[13] Al Libertador Bolívar en Poesía completa. Id. Pag. 74.

[14] Id. Pag. 74.

[15] Ver nota de Méndez Plancarte en Poesías Completas, Id. Pag.1158.

[16] A Juan Montalvo, en Poesías completas. Id. Pag. 353-354.

[17] Id. Pag. 354.

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