La sociología como ciencia en Nicaragua

*Lorenzo Romeo. Sociólogo.*

“Injértese en nuestras Repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas”

José Martí, Nuestra América

Cumpliendo con un nuevo desafío: la carrera de sociología (UNAN)

De dónde venimos.

Con el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista y el derrocamiento del régimen somocista, se abrió en Nicaragua, y en toda Centro América, una nueva etapa histórica que creó condiciones extremadamente fértiles para el desarrollo de la Sociología y, en general, de las Ciencias Sociales, en un contexto ciertamente contradictorio donde (desde antes del  Triunfo) las fuerzas reaccionarias de las oligarquías y del Imperio trataban de frenar el avance de las organizaciones populares y reprobar toda propuesta de cambio basada en la búsqueda de modelos alternativos al  capitalismo.  

El año 1974 representó un momento importante para el avance de las ciencias sociales. En efecto, en el medio de la represión social y la resistencia popular en contra de la dictadura somocista comenzó a funcionar la Escuela de Sociología y la correspondiente carrera en la Facultad de Humanidades de la Universidad Centroamericana (UCA). 

En el mismo año, se había fundado la Asociación Centroamericana de Sociología (ACAS) y también se realizó el XI congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Pocos años después, se formó la Asociación Nicaragüense de Cientistas Sociales, que llevó a cabo su Primer Congreso de Ciencias Sociales en 1977.

A pesar de que la represión social y política obstaculizaba el libre desarrollo del debate, las ideas se vinieron condensando alrededor de dos grandes corrientes de las ciencias sociales: la tendencia pragmática y funcionalista y, por otro lado, las corrientes de orientación marxista. La tendencia funcionalista, concebida en el marco epistemológico del consenso, estaba dirigida por el doctor Humberto Belli y representaba un sector social, económico e ideológico minoritario, partidario de una propuesta de modernización capitalista. La tendencia marxista, por otro lado, aglutinaba los sectores mayoritarios de las fuerzas sociales y políticas que luchaban por un cambio profundo del sistema y no sólo solamente a la salida de Somoza. Esta corriente, perfilada desde el marco epistemológico del conflicto, estaba liderada por el doctor Orlando Núñez y gozaba de mayor legitimidad explicativa por saber responder a los desafíos de análisis y comprensión de la coyuntura de cambio social y lucha anti somocista que se estaba viviendo en aquel entonces. 

Con el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, la carrera de sociología experimentó nuevos cambios en su perfil curricular, a pesar de las grandes limitaciones que afectaban el ejercicio profesional del sociólogo/a, como, por ejemplo, la deficiencia de bibliografía especializada, la presencia de profesores horarios, entre otros.  

En esta etapa, se fundaron varios centros interdisciplinarios con participación de sociólogos/as, destinados a abordar distintos aspectos considerados relevantes. A manera de ejemplo, mencionamos el Centro de Investigaciones y Estudios de la Reforma Agraria (CIERA), el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (INIES), asimismo, en 1982 surge el Centro de Investigaciones y Documentación de la Costa Atlántica (CIDCA).

Se puede afirmar que en la década de los 80s, la sociología logró cumplir con una primera etapa de institucionalización de la disciplina, es decir, la etapa de la profesionalización de los docentes, que a través de becas y procesos de intercambio lograron desarrollar niveles aceptables de conocimiento a través de postgrados y especializaciones, proceso que continuó en las décadas sucesivas  

Quedó sin cumplir la segunda etapa de institucionalización, la etapa en que se crean ámbitos institucionales que facilitan el desarrollo de comunidades científicas, sin las cuales ninguna ciencia se puede definir tal. Esos espacios incluyen la producción de revistas especializadas, el desarrollo de seminarios, encuentros, debates, momentos de intercambios, etc. Asimismo, en esta etapa se consolidan también procesos de fortalecimiento y desarrollo profesional, como los colegios, escuelas, etc. 

Señales del declive y crisis.

Uno de los factores que más contribuyó al fracaso de la creación de una comunidad científica de sociología fue, sin lugar a duda, el auge del neoliberalismo que en el caso de Nicaragua coincidió con la derrota electoral del Gobierno del FSLN. A partir de este momento, la sociología empezó a estancarse como profesión y disciplina y este proceso se generalizó a nivel centroamericano, debido a la hegemonía neoliberal acompañada por la coyuntura de recesión económica voluntariamente causada por las políticas recesivas del Banco Mundial y el FMI, los recortes presupuestarios y en general, el proceso profundo de mercantilización de las relaciones sociales. 

Como claras señales de la crisis, se cerraron los centros y programas de investigación social existentes en distintos entes estatales. En el caso de las carreras de sociología y trabajo social de la UCA, el descenso y la casi desaparición de la matrícula determinó su traslado a la modalidad sabatina por encuentros, hasta llegar a su extinción.

En este contexto, la sociología se replegó al mundo “privado” de los ONGs y de los organismos de cooperación que importaron esquemas teóricos, modalidades metodológicas y un arsenal de productos conceptuales enlatados que finalmente vinieron sustituyendo el proceso de análisis, interpretación e investigación social con temáticas ya elaborados y acordes con los intereses de los centros académicos e investigativos del norte.

Esta coyuntura, generó una doble dependencia: tanto en términos de imperialismo cultural, con el uso acrítico de enfoques y metodologías prefabricadas; como en la creación de un nicho de mercado laboral cautivo, donde el mundo de las ONGs se convirtió a la vez en el espacio laboral del empleador, con niveles cuestionables de institucionalidad. 

La apuesta que nos corresponde.

Nos corresponde a nosotros restituir a la sociología su papel de disciplina claramente comprometida con la comprensión de la realidad social, con la rigurosidad científica y con la búsqueda de alternativas, sobre todo para aquellos sectores empobrecidos que, finalmente, son los verdaderos protagonistas del cambio social. 

En el ámbito estrictamente profesional, uno de los desafíos más complejos del desarrollo de la sociología consiste en mantener su identidad disciplinaria–esto es, el cuerpo básico de la formación teórica y metodológica que hace posible “pensar e investigar sociológicamente”- y a la vez abrirnos a los aportes de otras ciencias sociales. 

En esta nueva etapa de crisis hegemónica global del sistema capitalista, las propuestas de interpretación social de nuestra realidad (en lo nacional y regional) ante la pobreza de opciones de futuro de parte de las élites globales dominantes, resultan fundamentales para comprender y plasmar proyectos de cambio social en las estructuras sociales y, en este sentido, la sociología desempeña un papel clave en la lucha teórica e ideológica por apropiarse teóricamente de la realidad y direccionar el espacio de lo político, en un sentido lato del término. 

Devolverle a Nuestra América su propio relato histórico (por siglos opacado, subordinado y desfigurado por el discurso hegemónico de occidente) es condición indispensable para legitimar las búsquedas y las propuestas del modelo de sociedad y desarrollo que queremos como países libres y soberanos.  No hay duda del papel de la sociología en orientar los debates políticos y las agendas sociales de investigación.

Conscientes de tal apuesta, la sociología ha tenido que asumir un doble desafío.

Por un lado, se plantea la necesidad de readecuar y enriquecer los paradigmas teóricos a la luz de la investigación empírica de los nuevos procesos de cambios experimentados por las sociedades latinoamericanas. Por otro lado, a medida que venía aflorando la conciencia de la magnitud del desafío que implicaba la búsqueda de alternativas de largo plazo y la construcción de un nuevo horizonte de esperanza ante las perspectivas del pensamiento único y del “fin de la historia”, se planteó la necesidad de ir más allá de la readecuación e innovación de paradigmas teóricos para explicar las temáticas arriba mencionadas. El mayor desafío apunta entonces a la necesidad de reconstruir las bases del pensamiento crítico latinoamericano, sin las cuales los esfuerzos explicativos carecían de potencial emancipador y liberador.

En este sentido, convirtiendo la crisis en desafío, las ciencias sociales supieron trascender de lo teórico a lo epistemológico, planteando la tarea de que un pensamiento radicalmente crítico, es decir, interesado en ir a las raíces de los problemas, tiene que construirse necesariamente desde la perspectiva de los sujetos a los cuales apela, esto es, los sujetos oprimidos del sur. 

En el caso de Nicaragua este reto es aún más grande, considerando que heredamos cierto déficit de producción sociológica por el hecho de que buena parte de las investigaciones realizadas han respondido a las agendas y a los financiamientos de las agencias de cooperación. En este contexto, el divorcio entre la labor académica carente de perspectiva investigativa y la labor investigativa carente de perspectiva académica, ha sido un elemento de retraso para la institucionalización de las ciencias sociales. 




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