AMLO: Una propuesta que genera demasiadas suspicacias
*Jorge Capelán y Stephen Sefton*
Finalmente, la
VI cumbre de la CELAC tuvo lugar el 18 de septiembre en México con una serie de
acuerdos en torno a temas como el espacio ultraterrestre, un plan de
autosuficiencia sanitaria para hacerle frente a la pandemia y tomas de posición
comunes en torno a una serie de temas entre los que destaca el rechazo a las
medidas coercitivas y unilaterales, especialmente el bloqueo estadounidense a
Cuba, aunque también por extensión, a las medidas de EE. UU. dirigidas contra
Nicaragua y Venezuela.
Todo esto, obviamente, es positivo. Sin embargo, es muy
importante reflexionar sobre los retos que a futuro se plantean al organismo
regional en un contexto en el que se alzan las voces demandando una integración
latinoamericana y caribeña que ponga fin al instrumento neocolonial que es la
OEA y también en un contexto en el que la hegemonía estadounidense se debilita
a pasos acelerados ante el surgimiento de China y de un nuevo orden mundial
multipolar.
Pensamos que es imposible para el Abya Yala alcanzar la
prosperidad bajo la sombra de un imperio estadounidense que, en lo político,
basa su accionar en principios como el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe
mientras que en lo económico se guía por el principio, no de la prosperidad
mutua (mucho menos el de la solidaridad y la complementariedad, como decimos en
el ALBA), sino por el del saqueo y la obligación del resto del mundo de
financiar su ingente deuda y sus constantes guerras.
En este sentido, creemos que es importante examinar algunas
de las ideas planteadas por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador
(AMLO) en su discurso
de bienvenida a los mandatarios que asistieron a la Cumbre.
Sus palabras suscitan la sospecha de que el gobierno de Estados Unidos intenta
cooptar a México para revivir bajo otra forma el Área de Libre Comercio de las
Américas a la vez que trata de reemplazar a la desprestigiada y corrupta OEA.
Es un temor legítimo dada la relación de México con Estados Unidos y Canadá con
el nuevo formato de Tratado de Libre Comercio de América del Norte ahora
denominado por Estados Unidos el Acuerdo Estados Unidos-Canadá-México.
Entendemos perfectamente que una propuesta lanzada en el seno
de la CELAC debe contemplar consensos entre países que tienen profundas
diferencias políticas. No esperamos que las propuestas que se lancen sean
arengas revolucionarias carentes de arraigo político real, pero por otro lado
creemos que es contraproducente caer en la obsecuencia ante el imperio. Si hay
algo parecido a un consenso en la CELAC, o por lo menos a una opinión
mayoritaria, es en que es ampliamente positivo para nuestra región el comerciar
con China y Rusia, y en general el aprovechar todas las oportunidades que
presenten para nuestros países las actuales tendencias hacia la multipolaridad.
Acuerdos con Estados Unidos pueden y deben haber, pero difícilmente podrán
eclipsar la importancia que para nuestros países representa el aprovechar las
oportunidades arriba mencionadas.
Creemos que el planteamiento del Presidente López Obrador
abre las puertas a la imposición de un acuerdo muy diferente de la visión de
Fidel y de Chávez. La visión que se desprende del discurso del mandatario
mexicano podría no solo mantener, sino profundizar las relaciones de dominación
neocolonial a las que estamos sujetos en nuestra región. AMLO es un
socialdemócrata y el instinto histórico de esa corriente política casi siempre
en momentos clave ha derivado en acciones contrarias a los intereses de la
mayorías empobrecidas. Entonces, si de plantear alternativas se trata, creemos
que es imprescindible considerar las posibles trampas tras formulaciones que
superficialmente puedan parecer inocuas o incluso benéficas para nuestros
pueblos.
De entrada dijo López Obrador en su discurso que "la
CELAC, en estos tiempos, puede convertirse en el principal instrumento para
consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe,
y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en
un marco de respeto a nuestras soberanías; es decir, construir en el continente
americano algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica que dio origen a la
actual Unión Europea."
¿Integración con Estados Unidos y Canadá con respeto a
nuestras soberanías? Es extraño escuchar a un presidente supuestamente heredero
de la tradición política y social que hace apenas 20 años libró una heroica
batalla contra el ALCA ahora soñar con una "integración económica"
con los Estados Unidos y el Canadá de hoy en día. ¿Algo parecido a lo que dio
origen a la UE? De hecho, los orígenes de la Unión Européa a inicios de la
Guerra Fría son los de un proyecto imperialista y anticomunista dominado y
dirigido por Estados Unidos, con una Alemania bajo ocupación militar y una
Francia imperial luchando desesperadamente en Vietnam y Argelia para mantener
su poder global. ¿Acaso se nos ha olvidado la OTAN? ¿Se nos ha olvidado la
Operación Gladio? Además, en lo material, es un dato de la realidad que la
Comunidad Económica Europea desde que se fundó en 1957 hasta la actual Unión
Europea, no ha representado otra cosa que un proceso constante de
financierización de la economía y de pérdida de peso del sector productivo.
Obviamente, la UE es una unión conformada con países muy
ricos, pero no es un ejemplo como instrumento de desarrollo, ya que la gran
mayoría de esos países alcanzó su desarrollo mucho antes de la fundación de ese
bloque. Además, la original Unión del Carbón y del Acero que desembocó en la
fundación de la UE, fue entre dos países fuertes y de similar peso: Francia y
Alemania. En la práctica, el proceso de desarrollo Unión Europea ha sido
profundamente antidemocrático, por medio de una serie de tratados como los de
Maastricht, Niza y Lisboa, diseñados a puertas cerradas por las elites
corporativas europeas e impuestos por medio de un proceso de “sí o sí”.
¿Integración económica supeditados a un Banco Central como el europeo, cuya
directiva mantiene en secreto las actas de sus reuniones durante 15 años para
que los pueblos no conozcan qué es lo que verdaderamente se discute? No debería
sorprendernos entonces que una "Comunidad Económica" como la que
plantea AMLO, en su versión “americana” se parezca mucho más a una sociedad
entre dos tiburones (EE. UU. y Canadá) y un grupo de focas. Las alianzas entre
predadores y sus presas siempre han terminado mal para las segundas.
Profundizaremos sobre estas cuestiones más adelante, por
ahora sigamos con el discurso de AMLO.
Dijo AMLO que "este ideal puede convertirse en realidad
si pensamos y acordamos sobre tres cuestiones básicas: la no intervención y la
autodeterminación de los pueblos; la cooperación para el desarrollo y la ayuda
mutua para combatir la desigualdad y la discriminación", y propuso
compromisos concretos para garantizar la no-injerencia entre los Estados
miembros de la CELAC, una propuesta con la que por cierto, no podríamos estar
más de acuerdo. Sin embargo, en el siguiente párrafo propuso "que las controversias
sobre democracia y derechos humanos se diriman a petición de las partes en
instancias verdaderamente neutrales creadas por los países de América y que la
última palabra la tengan las agencias especializadas de la Organización de las
Naciones Unidas". ¿Las agencias especializadas en derechos humanos de la
ONU?
Recordamos solamente algunos de los tristes fracasos de la
ONU en perjuicio de los pueblos del mundo. Solo para mencionar los casos más
evidentes, la criminal falta de cumplimiento del deber de la ONU de proteger al
pueblo palestino de las políticas genocidas del estado de Israel; la asesina
ocupación militar de Haiti por tropas de la ONU y la desastrosa infección de la
población local con cólera por esas mismas tropas; la incapacidad de la misión
de la ONU en el Congo para cumplir con la tarea de proteger la población en el
este de ese país y el abuso del mandato de la ONU que permitió a la OTAN a
destruir Libia.
Lo mismo aplica en el caso de la corrupción y cooptación
indebida de organizaciones asociadas a la ONU como la Organización para la
Prohibición de Armas Químicas; el Organismo Internacional de Energía Atómica o
la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos. Para América Latina y
el Caribe, acabar con la OEA es solamente uno de los pasos esenciales para
alcanzar una institucionalidad internacional con una verdadera integridad
moral. Una profunda reforma de la ONU y sus organizaciones asociadas también es
una necesidad absolutamente fundamental. Es preocupante que las palabras del
discurso de AMLO no reflejen esta realidad.
En lo económico, AMLO propuso que los países de la CELAC
“junto con Estados Unidos y Canadá construyamos un acuerdo y firmemos un
Tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente, que en la actualidad
es deficitario en relación con Europa y, sobre todo, con respecto a Asia".
Lo que en realidad propuso es que los latinoamericanos asumamos las calenturas
(a decir verdad, el estado de cáncer terminal) en que se encuentran las
economías de los Estados Unidos y Canadá. Recordemos que la economía
estadounidense tiene una balanza comercial deficitaria desde fines de los años
70, mientras que Canada la tiene desde el año 2009. Todo esto es expresión del
proceso de financierización de la economía norteamericana. Como lo ha explicado
de manera contundente el economista Michael Hudson, todo el afán de Estados
Unidos ha sido historicamente un esfuerzo implacable y despiadado por destruir
la soberanía de nuestros paises. Antes lo hacía por medio de la agresión
militar, ahora lo hace por medio del endeudamiento y cuando no logra su
objetivo de esa manera, su recurso es una agresión económica genocida, como en
el caso de Cuba por más de 60 años y ahora contra Venezuela.
Sin embargo, en su discurso AMLO dijo: "La propuesta es
sencilla: se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente para
producir en América lo que consumimos". Lo que propuso lisa y llanamente
fue que nos integremos al imperio. Cuando dijo "América" no habló la
América al sur del Río Bravo, ni del Abya Yala de nuestros pueblos, que también
comprende a los pueblos sometidos de Norteamérica, sino de la América desde
Alaska hasta la Tierra del Fuego bajo la égida del capital atlantista. El
problema es que los países al norte del Río Bravo son muy distintos que
nuestros países del sur. Ni los Estados Unidos ni Canadá están interesados en
que nosotros produzcamos, sino en que compremos lo que ellos producen y que les
entregamos nuestros recursos naturales y nuestra mano de obra. No hay comunidad
de intereses entre ellos y nosotros. Lo que a Estados Unidos le interesa es
mantener su papel de hegemón mundial en su guerra contra China y lo que a
nuestros pueblos les interesa es tener una vida digna.
En un universo paralelo podría ser que a los Estados Unidos
se les ocurriese impulsar un "Plan Marshall" para aliarse con
nuestros países del Sur en su lucha por defender su poder el mundo, pero eso no
funciona así en este universo real en que vivimos. AMLO en su discurso fue tan
lejos como sugerir que los Estados Unidos impulsen una nueva Alianza para el
Progreso hacia América Latina. Aparte del mal gusto de citar algo que en su
momento fue una masiva operación contrainsurgente contra todos nuestros
pueblos, y que desembocó en oprobiosas y genocidas dictaduras, hay que señalar
lo obvio: Que la Alianza para el Progreso jamás sirvió para desarrollar a
ninguno de nuestros países, su implementación no coincidió con ningún boom
económico para América Latina y por el contrario fue el preludio de la desnacionalización
de nuestras economías que primero tomó la forma del “Consenso de Washington” y
los ajustes estructurales y luego se desaró hacia lo que llamamos globalización
neoliberal.
La lógica global del imperio estadounidense es primero
militar y después financiera, es decir, que el dominio financiero se convierte
en un instrumento privilegiado de su programa de dominación político-militar:
A inicios del siglo XX, EE. UU. endeudó a los países europeos
en la primera guerra mundial. A Alemania le impuso condiciones de pago tan
irreales que llevaron a su rearme y al nazismo. A Gran Bretaña le impuso el
precio de comenzar su declive como potencia mundial reinante y el abrir la
Commonwealth al dólar dando así un serio golpe a la libra esterlina. Con la
segunda guerra mundial endeudó aún más a Gran Bretaña y a todos los países
europeos (con el Plan Marshall que tanto le gusta a AMLO), poniéndolos así bajo
la égida estadounidense (la OTAN se creó en 1949). Con el acuerdo de Bretton
Woods y la fundación del FMI (1944) el dólar se impuso como divisa del comercio
mundial a razón de 1 dólar la onza Troy de oro. Años más tarde, para hacerle
pagar al mundo por su guerra contra el pueblo de Vietnam, dejó de lado el
patrón del oro y comenzó a imprimir moneda sin respaldo (neoliberalismo). Por
último, ya en el siglo XXI, en medio de guerras interminables contra "el
terror", pandemias y emergencias climáticas, quieren imponer el Estado de
excepción permanente (de ser posible, en todo el mundo).
Desde 2008 las economías de los países occidentales han
dependido de la flexibilización cuantitativa por medio de la compra por los
bancos centrales de bonos emitidos por los gobiernos y también de activos de la
banca privada, muchos de muy cuestionable valor. Esta creación de dinero de la
nada se hace en gran medida a través de la emisión de bonos que ofrecen a tasas
nulas o negativas de interés (es decir, que pagan para que se los acepten).
También ofrecen rescates a los bancos y a las grandes empresas (éstas últimas,
en realidad, dependientes también del capital financiero y especulativo) y ese
dinero público es utilizado para apalancar las acciones de esos mismos bancos y
empresas, sin producir nada. En Estados Unidos el CARES Act para rescatar la
economía durante la pandemia en 2020 fue en efecto un traslado hacia arriba, a
las elites del país, de US$5 millones de millones.
Para los poderosos, el dinero es demasiado barato y las tasas
de retorno de la inversión productiva son demasiado pequeñas como para
comprometerse con la economía real. Ese es el orígen material de la formula
notoria de Foro Económico Mundial para el futuro de la población occidental:
“Sea feliz, no posea nada”. Los dueños del gran capital no quieren invertir
para producir porque la tasa de ganancia no les favorece. En cambio, prestan
dinero para que la gente se endeude, por ejemplo con la compra de casas, cursos
de educación superior, pólizas de salud, automóviles o hasta teléfonos
celulares con intereses usurarios. Entonces, si no quieren invertir para la
prosperidad de su propia población mucho menos van a prestar dinero a los
campesinos para producir alimentos. Es absurdo creer que van a prestar dinero
para montar un "Plan Marshall" en América Latina.
Hoy en día, con el pretexto de la pandemia, en Estados Unidos
el Gobierno gasta sumas millonarias en ayudas para los desempleados. Eso no es
invento de los Demócratas, lo hizo Trump y lo sigue haciendo Biden. Ese dinero
no tiene una base productiva, también es creado de la nada. Los salarios en EE.
UU. son mucho más altos que en África, Asia y América Latina por lo que su
economía no es competitiva. Y con esas ayudas sociales lo es menos. El efecto
de esta política es la ola de hiperinflación que empieza azotar tanto a Europa
como a Norteamérica. A todo eso hay que agregar planes como los anunciados esta
semana por el Banco Central Europeo para eliminar de las cuentas nacionales
(por ejemplo, el cálculo del PIB) todo lo que sean gastos para enfrentar el
cambio climático (conocidos como "bonos verdes") con el fin de
proteger el valor nominal del euro. No es nada extraño que los Estados Unidos
estén pensando en una dirección similar.
Ahora todas estas realidades económicas en los países
imperialistas están siendo racionalizadas desde el poder en lo que se denomina
"Teoría Monetaria Moderna", una deformación del keynesianismo
adoptada por personajes como Joe Biden, Bernie Sanders, Alexandria Ocasio
Cortez y Nancy Pelosi, que incluso la semana pasada llegó a afirmar que
"en Estados Unidos, el capitalismo es nuestro sistema (...) económico,
pero no ha servido a nuestra economía tan bien como debería", por lo que
es necesario "mejorarlo y garantizar que nos sirva". ¿Qué estaba
proponiendo Pelosi? ¿Desarrollar productivamente a los Estados Unidos? ¿Ampliar
el mercado interno en América Latina? No. Simplemente, seguir imprimiendo
dinero de la nada ya que, según la "Teoría Monetaria Moderna" las
necesidades de los desempleados siempre se pueden cubrir imprimiendo dinero sin
importar las consecuencias en cuanto a la destrucción de la riqueza material de
la sociedad. Esa teoría en realidad es la ideología de un imperio dispuesto a
defender a muerte el poder de un dólar sin valor, basado en última instancia en
las más de 800 (cálculo conservador) bases militares que los EE. UU. tienen en
todo el mundo.
Hay que estar demasiado mal informado para no darse cuenta de
que los Estados Unidos están armando un frente contra China, y que con ese
objetivo están dispuestos a traicionar a sus más viejos y fieles aliados. Si
los EE. UU. traicionaron a Francia con el acuerdo AUKUS, ¿cómo vamos a esperar
en América Latina que ellos vayan a honrar cualquier cosa que firmen con
nosotros? Como dicen los rusos, Estado Unidos es incapaz de honrar sus
acuerdos.
Dice AMLO que "las ventajas son muchas; entre otras,
contamos con fuerza de trabajo joven y creativa; hay buen desarrollo
tecnológico; somos un continente rico en recursos naturales, con una amplia
diversidad cultural; las distancias entre nuestros países nos permiten ahorrar
en fletes y, reitero, existe suficiente demanda de mercancías en nuestros
mercados". Todo eso es cierto, pero en cualquier acuerdo con los Estados
Unidos, esas ventajas van a ser usadas a favor de ellos y en contra de
nosotros.
En mayo del año pasado, el FMI prestó 3.483 millones de dólares
a 11 países de América Latina para la Covid, pero con las ya conocidas recetas
de ajuste pospandemia. En Centroamérica, a El Salvador le autorizó 389 millones
a cambio de un “ajuste fiscal gradual” a partir de este año; un límite del
déficit del 3.5% en 2024 (cuando se calculaba que llegaría a más del 13% ese
año) y de que la deuda pública sea del 60% del PIB en 2030 (este año se piensa
que supere el 100%). A Panamá, con 3.500 millones de déficit, le había
autorizado 515 millones, pero “cuando termine la emergencia habrá que modificar
el gasto público”, advirtió el FMI. A Costa Rica le autorizó 504 millones de
dólares, con la misma advertencia. Los otros países que recibieron
financiamiento fueron: Dominica, Granada, Haití, Santa Lucía, Bolivia, República
Dominicana, Ecuador y Paraguay. A Nicaragua, que solo toma préstamos
concesionales, le negó 470 millones aunque un reciente informe reconocía que el
país estaba cumpliendo con las medidas contra la pandemia. A Venezuela le negó
5.000 millones. En todo caso, ¿quién quiere plata en esas condiciones?
¿Cuál es el plan de EE. UU. hacia América Latina? Con toda
seguridad se puede decir que ponernos un tapabocas, darnos unos créditos
sumamente onerosos para que nos pongamos sus vacunas, meternos en cuarentena,
darnos otros créditos leoninos para que le paguemos a la gente para que se
quede en casa y endeudarnos hasta que cada uno de nuestros países tenga
comprometido todo su PIB para, al final, quedarse ellos con todo nuestro
petróleo, nuestro litio, nuestro gas y nuestros demás recursos ambientales,
incluso con nuestras Reservas de la Biósfera y nuestra agua. Todo eso con una
retórica ”interseccional”, "de género", "progresista" y
"ambientalista", pero con los mismos métodos autoritarios que ya
conocemos desde hace mucho tiempo.
Frente a esa fatalidad de un destino de dependencia de los
Estados Unidos hay una realidad, que es la del naciente mundo multipolar. Hay
una alternativa y es la que marcan China, Rusia y otros países que en procesos
bastante contradictorios se van abriendo camino hacia un desarrollo basado en
la producción e independiente de los intereses imperiales.
La gran contradicción de nuestra época es la que existe entre
las economías basadas en la producción y las economías basadas en la
especulación. Nuestros países necesitan diversificar su comercio internacional,
no someterlos a los dictados de una potencia decrépita como los Estados Unidos.
Algo alentador en la Declaración Final de la Sexta Cumbre de
la CELAC fue que aboga por “un modelo de desarrollo sostenible e inclusivo
enfocado en sus dimensiones económica, social y medioambiental, que coloque a
las personas en el centro de nuestras políticas”. Es precisamente eso, la
persona humana como el enfoque central de las políticas de desarrollo, que
contradice diamétricamente la esencia del capitalismo salvaje de Estados Unidos
y Canadá. AMLO piensa que es posible llegar a un acuerdo con el capitalismo y
el imperialismo norteamericanos. Toda la experiencia continental, incluso y
especialmente la amarga y trágica historia de su propio país demuestran que
pensar eso es una ingenua fantasía.
*Artículo publicado originalemente en Managua con amor*
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