Fidel Castro: La vigencia de su pensamiento sobre la economía en el socialismo

 *José Luis Rodríguez*


En este 95 aniversario del natalicio de nuestro comandante en jefe, el mejor homenaje a su memoria que podemos ofrecerle es reflexionar sobre las múltiples aristas de su pensamiento y su vigencia actual.

Una de las esferas menos conocidas de ese pensamiento se encuentra en los conceptos, tácticas y estrategias para el desarrollo económico de nuestro país, que expuso en numerosos discursos y entrevistas a lo largo de su vida.

Una particularidad de los aportes de Fidel Castro al análisis de los problemas económicos y sociales presentes en su quehacer revolucionario consistió en que los mismos no se derivaron de un estudio puramente académico de las complejas realidades del mundo contemporáneo. Realmente fue la asimilación de conceptos funcionales a la política, derivados de un profundo estudio de la historia y la experiencia práctica de la construcción del socialismo en Cuba, lo que condujo a la formulación de conceptos que constituyen un singular aporte teórico y práctico en el ámbito de la economía. Su comprensión del vínculo dialéctico entre las decisiones económicas y las políticas, las dejó plasmadas sintéticamente cuando afirmó: “…no hay economía sin política, ni política sin economía.”[1]

Las bases para esos análisis encontraron una matriz original en la combinación del marxismo con el pensamiento martiano y lograron una expresión concreta en múltiples aspectos, tanto en la estrategia de desarrollo, como en la política económica aplicada en Cuba, así como en torno a una política integradora del desarrollo económico y social en las condiciones de un país subdesarrollado.[2]

De este modo, ya incluso desde antes del triunfo de la Revolución puede encontrarse una visión sintetizadora del desarrollo económico y social en La Historia me Absolverá, donde se plantea: “El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo, he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.”[3] Sobre esta formulación se plantearía posteriormente: “En el Programa del Moncada, que con toda claridad expusimos ante el tribunal que nos juzgó, estaba el germen de todo el desarrollo ulterior de la Revolución. Su lectura cuidadosa evidencia que nos apartábamos ya por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social.”[4]

Una vez cumplido el Programa del Moncada en octubre de 1960 y proclamado el carácter socialista de la Revolución en abril de 1961, se planteó el programa de industrialización acelerada en Cuba como la base del proceso de desarrollo, tesis que se avenía con la industrialización sustitutiva de importaciones que proclamaba la CEPAL en esos años, así como con la experiencia de los países socialistas europeos. La introducción de estas valoraciones se concretaría en el Plan Cuatrienal de Desarrollo 1962-1965.

De no menor importancia en la aplicación de la estrategia de desarrollo basada en la industrialización, sería el inicio de la planificación como elemento central del incipiente sistema de dirección económico socialista del país.

Sin embargo, como un aspecto a destacar, la concepción del plan supondría, como política permanente, contemplar también los aspectos sociales junto al desarrollo industrial.

“Este plan tiende a la solución de una serie de problemas. Está, por ejemplo, primero que nada, el aumento de los bienes de consumo necesarios para el pueblo. Una de las metas. La creación de todos los empleos posibles, del máximo de empleo posible para el pueblo; los planes de educación, es decir, crear las condiciones que permitan estudiar a toda la población escolar de nuestro país; las construcciones de viviendas necesarias a satisfacer las necesidades de nuestro pueblo; los servicios, por ejemplo, del transporte, que son tan importantes. Y, fundamentalmente, crear las bases de una industria capaz de construir maquinarias y de asegurar el desarrollo de nuestra economía.”[5]

En este punto es preciso apuntar algunas características del pensamiento económico de Fidel ya presente desde esos años.  Se trata de su visión analítica y su valoración crítica de las experiencias de la construcción socialista en otros países y su enfoque táctico flexible ante los resultados de la experiencia práctica concreta en la aplicación de la estrategia y la política económica previamente acordadas en nuestro país.

La visión crítica de otras experiencias se materializó a inicios de los años 60 en la constatación –presente ya en 1963- de que el país no se encontraba preparado para un proceso de industrialización acelerada, por carecer de la infraestructura y el nivel de calificación de la fuerza de trabajo indispensable para ello. A esto se añadía que, debido a una implementación inadecuada del desarrollo industrial, se produjo una reducción notable de la producción azucarera visible ya en 1963, lo que había provocado un desbalance comercial externo de 578 millones de dólares, situación que creaba una tensión muy fuerte en nuestras finanzas internacionales.

Una rectificación necesaria y creativa no se hizo esperar por parte de Fidel. En efecto, se produjo una reformulación de la estrategia de industrialización a partir de los recursos que realmente se disponían en esos momentos  Así en el discurso del 2 de enero de 1965 se señalaría: “La agricultura será, pues, la base de nuestro desarrollo económico y la agricultura será la base de nuestro desarrollo industrial.”[6] Más adelante se precisaría: “No se ha desechado la industrialización, sino que se ha puesto el énfasis principal en el desarrollo económico del país, dando a la agricultura el máximo de impulso durante estos años.”[7] Se ganaría así el tiempo indispensable con vistas a preparar las condiciones para una industrialización gradual, mientras que se desarrollaba la base alimentaria nacional para el consumo y la exportación, centrando este último en el crecimiento de la producción azucarera.[8]

Otro elemento que ratifica la visión crítica más allá de la experiencia de otros modelos socialistas lo fue el debate promovido por el Che en esos años y la crítica que formularía al modelo del cálculo económico vigente en los países socialistas de entonces.[9]

Al respecto la evidencia histórica nos muestra que -aunque Fidel no participó directamente en los debates-, en aquellos momentos se puso de manifiesto que las ideas del líder de la Revolución coincidían con los conceptos esenciales y las críticas planteadas por el Guerrillero Heroico. Así el 1º de mayo de 1966 subrayaría: “Nosotros vamos desarrollando nuestras ideas. Entendemos que las ideas marxistas-leninistas requieren de un incesante desarrollo; entendemos que un cierto estancamiento se ha producido en ese campo y vemos incluso que a veces se aceptan universalmente, fórmulas que nuestra opinión se pueden apartar de la esencia del marxismo leninismo.”[10] También en 1987 destacaría “Pero hay muchas ideas del Che que son de una vigencia absoluta y total, ideas sin las cuales estoy absolutamente convencido de que no se puede construir el comunismo…”[11]

Todas estas ideas se iban conformando paralelamente con el desarrollo de la ciencia y la técnica, para ser capaces de multiplicar el valor de nuestros productos y servicios, en un país que no poseía cuantiosos recursos naturales.

De tal forma, ya el 15 de enero de 1960 el Comandante en Jefe afirmaría, con una visión estratégica de largo alcance, que: “El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento…”[12]

Esa idea se materializaría en el acelerado impulso que recibe la educación del pueblo desde la masiva campaña de alfabetización de 1961. Pero –al mismo tiempo-  ya en 1965, se crea el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), dedicado fundamentalmente al desarrollo de las ciencias médicas y las ciencias agropecuarias, lo que impulsaría el desarrollo de la salud pública y la agricultura.

No obstante, la creación temprana y original del desarrollo acelerado de la ciencia en nuestro país no encajaba en la concepción del desarrollo vigente en otros países donde se pensaba que era primariamente el avance en la producción material lo que produciría un “derrame” para hacer avanzar la educación y la ciencia. En esta institución y en otras que se crearon entonces, como el Instituto de Ciencia Animal (ICA) y el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), ambos fundados en 1965, se fueron obteniendo resultados que permitirían importantes avances en ramas como la ganadería vacuna, donde se lograría en 1967 contar con un rebaño de más de 7 millones de cabezas, frente a unos 5 millones en 1959 a lo que se añade una producción superior a los 900 millones de litros de leche anuales en el decenio de los 80.[13]

La experiencia de los años 60 llevó también a una importante formulación por parte de Fidel Castro en 1969. En el discurso del 20 de diciembre de ese año, se expuso: “Marx concibió el socialismo como resultado del desarrollo. Hoy para el mundo subdesarrollado el socialismo ya es incluso condición del desarrollo.”[14]

La valoración del socialismo como sistema y la necesidad de recursos financieros externos para el desarrollo llevaba a la conclusión de que –en la experiencia de la Revolución cubana- solo con la colaboración del socialismo como sistema sería factible avanzar rápidamente hacia el desarrollo. Así había quedado formulada expresamente esa idea en el discurso del 1º de mayo de 1971, cuando se afirmaba: “…nosotros hemos podido avanzar no solo porque hemos hecho cambios sociales y los hemos sabido defender, sino porque hemos establecido el nuevo orden económico internacional en nuestras relaciones con los países socialistas.”[15]

Más adelante esta tesis se complementaría con una visión más integral acerca del significado del sistema socialista para el desarrollo, cuando el 2 de diciembre de 1976 Fidel planteó: “…debemos decir que la primera y genial concepción del socialismo fue la del socialismo como consecuencia del desarrollo. Mas, cuando una parte del mundo se desarrolló extraordinariamente y otra se quedó increíblemente subdesarrollada, el socialismo como sistema se ha convertido ya, incluso, en una condición del desarrollo.”[16]

Esta idea tendría que enfrentar el desafío histórico que representó, años después, la desaparición del socialismo en Europa y de la URSS en 1991, cuando fue preciso generar otras fuentes alternativas de recursos externos sin renunciar al socialismo.

Una expresión concreta del papel del sistema socialista para emprender el camino al desarrollo se materializaría con el ingreso de Cuba al CAME en julio de 1972 y los acuerdos económicos alcanzados con la URSS en diciembre de ese año, los que sentaron las bases institucionales para comenzar el proceso de industrialización de la economía cubana en los marcos el sistema de división internacional socialista del trabajo.

Este proceso tendría particularidades propias en el caso cubano, cuando –bajo la dirección del Comandante en Jefe- y al margen de las restricciones que en CAME suponían presentes en Cuba, se construyó la primera computadora cubana –la CID-201- en 1971 y se avanzó aceleradamente en la creación de nuestra propia base de desarrollo biotecnológico en 1981, que brindó la posibilidad de crear el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología en 1986, bajo la dirección de muchos de los especialistas formados inicialmente en el CNIC desde 1965.

Paralelamente  lo largo de los años 80 se incrementaría por parte de Fidel Castro la elaboración de tesis que en la arena internacional permitieran no solo denunciar los problemas generados por el capitalismo en el mundo subdesarrollado, sino también ofrecer alternativas para enfrentarlos generando un consenso de aceptación en todas partes, incluyendo el engarce del financiamiento para el desarrollo con la paz en el mundo, mediante la reducción del gasto militar y el peligro de la guerra.

En los años 2000 Fidel promovería nuevamente el debate internacional sobre estos temas mediante los eventos anuales de Globalización y Problemas del Desarrollo, reuniones donde estuvieron presentes líderes políticos, académicos y profesionales de primer nivel y de los principales países del mundo.

*Extracto del texto Original publicado en Cubadebate*

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