La Mujer nicaragüense frente al Poder y al Estado Nación

 Por Leonardo González Estrada 


Tiene sus antecedentes jurídicos y políticos en la Constitución Política de 1895, un nuevo estatuto jurídico a favor de los ciudadanos nicaragüenses que impacta en la vida de la Mujer.

La Revolución liberal de 1893 dirigida por José Santos Zelaya, irrumpe en la historia política y jurídica de los nicaragüenses, como el primer proceso de organización nacional, de integración territorial, como de derechos individuales, reconociendo derechos erga omnes a todos.

Es decir que a finales del siglo 19 se da el primer paso estratégico de soberanía nacional, establecido en esa Constitución Política, en tanto se reconocen a todos los nicaragüenses como sujetos de derechos y deberes, no en igualdad de condiciones porque la mujer aún no participaría la cosa pública, pero si comienza a ser un actor determinante en las relaciones sociales en todos los sectores sociales, a pesar de la resistencia del clero católico conservador.

Es entonces en la Libérrima que se construye el primer cauce en el Estado de Nicaragua, para que la Mujer sea una persona libre, ya no la alieni juris, es decir un sub sujeto de derecho y deberes, sino protagonista de su voluntad, dada y otorgada por esa Revolución. Posteriormente se iba a consumar el gesto constitucional en la heterogeneidad de los derechos individuales civiles y de familia en el código civil de 1904, en tanto, aquel Estado conservador antes del 10 de julio de 1893 había sido abolido, por un Estado no solo liberal sino, Nacional y plural.

Romper el estatuto jurídico romano canónico/católico, convierte a la Mujer no en un sujeto emancipado, sino en otro sui juris, es decir titular de sus derechos, de su voluntad. Ya la mujer no necesitaba el permiso religioso dogmático, para divorciarse, ni pedir absolución divina para alcanzar libertad jurídica. La separación del Estado con la Religión católica significó que, los nicaragüenses deberían transformar su circunstancia social, en actos de libertad para cada uno, sin discriminar por cuestiones de sexo, credo religioso ni político. 

De tal manera que, incursionaba Nicaragua en la vida pública para todos, a pesar de las enormes resistencias de esos tiempos, que conllevaron a conspiraciones  de tipo colonialistas, provocando los norteamericanos del destino manifiesto y doctrina Monroe, un golpe de Estado en 1909, así como una invasión militar directa que tuvo su capítulo genocida en la Barranca y el Coyotepe de Masaya en octubre de 1912, donde el héroe antiimperialista, un gran jurista liberal, el Magistrado Benjamín Zeledón, levantó la altives güegüense nuevamente ante el fiero invasor racista y genocida de Washington.  

Ese golpe de estado e intervención colonialista tuvo implicancias directas para la mujer nicaragüense, puesto que su nuevo estatuto jurídico no había germinado y al retornarlo a un Estado oligárquico colonial, la mujer nicaragüense era negada e invisibilizada nuevamente.

 De 1909 a 1979 la mujer es segregada dentro del Estado, siendo condición común en todos los territorios conquistados por cualquier imperio. Sin embargo, es en la década de los 50s que algunas mujeres comienzan a darle alcance político y social a su voluntad, la Doctora María Concepción Palacios es la primer mujer médico de Nicaragua, quien rompe el estigma de la mujer conservadora funcional del patriarcado y con los roles determinados por la iglesia católica, como un real sujeto social, político, cultural y científico, que aún en el país no admitían dicho aporte. 

La Mujer ha sido una institución del Estado patriarcal oligárquico, pues ésta para el poder oligárquico -desde Grecia y Roma, Egipto y Persia, de la edad medieval escolástica a la edad del nuevo mundo capitalista-, ha fungido como la garantía de las relaciones sociales y de poder de las castas burguesas, legitimadas por el clero católico o los que monopolizan mitos y el conocimiento.

La mujer era parte fusionada del derecho de propiedad privada, es decir un derecho conexo necesario para determinar los derechos económicos tanto del hombre, como de la familia del pater. Además de la sucesión jurídica de derechos, a partir del patrimonio de medios y modos de producción que siempre fueron de hombres, cuya estirpe es la principal en el Estado oligárquico.

De tal manera que, al constituirse como esa garantía jurídica-económica por todos los ámbitos dentro del Estado, desde todos sus poderes “legales y legítimos” como poderes fácticos, la Mujer no participaba ni como protagonista ni como sujeto de derechos. Tuvo que emprender su propia emancipación por la vía política, anarquista y feminista contra el Estado oligárquico. La Universidad pública fungió como escenario locus oportuno para el entorno de las mujeres, también las mujeres campesinas eran actoras principales de las conspiraciones que iban a proponer un nuevo Estado Nación, Blanca Arauz es digna representante de la mujer rural y protagonista, de un proceso político anticolonial y anti oligárquico, que quedó truncado cuando asesinan a su marido el General Augusto C. Sandino en 1934.

La mujer tenía una censura social, que era de índole económico y cultural sistémico. No podía estudiar en Nicaragua ni las carreras de medicina, derecho, arquitectura, ingeniería, psicología; tampoco podía participar de manera directa como representante ni titular de empresas privadas de capitales, frente al Estado o gobierno de turno.

Hasta 1979 esta condición estructural solo permitía a los hombres, participar en la actividad económica con el representante del Estado oligárquico, o sea, que a pesar que en 1952 se había pactado la participación de la mujer en el proceso electoral por primera vez, eran siempre el pater family quienes tenían el dominio de la propiedad privada de los medios y modos de producción como las tierras, empresas y latifundistas; todas estas figuras nefastas del feudalismo y del capitalismo, legitimaban toda esta supremacía sobre la mujer, por medio del discurso y simbolismo –instituciones- clérigo católico, conservador y opresor.

Entonces la Mujer sujeto social oprimido dentro del Leviatán güegüense- en tanto Estado oligárquico Somocista desde 1934-, debía emanciparse y las vías cívicas, formales y convencionales no eran opción. De modo que las guerrilleras del movimiento político FSLN (iniciado en 1961) comienzan a ser protagonistas políticos, de la formulación del nuevo Estado con la proyección de género/Mujer plena. Desde esa gran oportunidad política que se formuló, no como contradicción política sino, como un conflicto político militar en el Estado, dicha condición fue propuesta y construida en gran parte por la mujer nicaragüense. Desde la última etapa de la década de los sesentas y toda la década de los setentas.

El Programa histórico del FSLN fundamento filosófico y político de la Revolución Sandinista identifica al Estado oligárquico, como lo que social y políticamente se determina un régimen enemigo del pueblo, definiendo como pueblo a todos los sectores sociales, compuesto por los ciudadanos sujetos de derechos y obligaciones en igualdad, equidad y libertad político-jurídica,  que componen al Estado de Nicaragua. De modo que, ni sus propios adversarios criollos escapaban de las perversiones políticas, ni de la actuación criminal y delictiva pública del poder, contra todos los sectores.

De tal manera que, dicho manifiesto político se constituye en el programa emancipador de todos los nicaragüenses, donde la Mujer contribuye de manera directa, como protagonista orgánica del poder y del Estado, dice el Programa Histórico que, la Revolución Popular Sandinista establecerá el poder popular, forjará una Nicaragua sin explotación, sin opresión, sin atraso, una patria libre, progresista e independiente. He aquí el supuesto político, del futuro de la Mujer nicaragüense, construido a partir del sensitivo razonamiento de los ciudadanos Carlos Fonseca Amador, José Benito Escobar y Tomás Borges, fundadores del FSLN el 23 de julio de 1961.

Mientras se alcanzaba el nuevo Estado Nación, propuesto en el Programa del FSLN, como síntesis histórica de la lucha de clases sociales, grupo culturales y géneros, la mujer debía integrarse en el novedoso movimiento político, conjugándose con su condición de sujeto dominado dentro de las relaciones familiares patriarcales y el Estado oligárquico, cuya relación simbiótica determinaban la ética social de la mujer oprimida. De modo que, era la gran oportunidad de enfrentar al poder.

Ese poder era detentado también por condiciones coloniales, el cual persistía en ese poder conservador y opresor de las clases sociales y totalidad de sectores, para sujetar la fuerza de trabajo de los nicaragüenses como la tenencia de la tierra y modos productivos, para un sistema corporativo semi esclavista.

Es decir, mayor condiciones objetivas y subjetivas no podían tener la Mujer nicaragüense para determinarse a ser libre o continuar en dicha realidad, negada y excluida del poder y del mismo Estado. Por tanto, ese 19 de Julio de 1979 revistió y acreditó no solo el programa de Carlos Fonseca Amador, de José Benito Escobar, de Arlen Siu, de las mujeres del Cuá, de Nora Astorga, también fue un movimiento abolicionista de las condiciones jurídicas que la constituían como sujeto de deberes reproductivos, roles sociales y convenciones, sin autonomía jurídica, social ni política.

De tal manera, que es la Mujer como actor y protagonista de le Revolución Popular Sandinista de los nicaragüenses y latinoamericanos, en toda la gesta revolucionaria política desde sus propios inicios en la década de los 50´s, que irrumpen en el poder político ya desde las acciones políticas, sociales, comunitarias, ideológicas, también armadas, en tal sentido, el Estado de Nicaragua, deja de ser un Estado oligárquico, meramente patriarcal conservador, y los constituyen en un Estado Nacional, plural, multicultural, es decir, el poder omnímodo para los hombres, era y será desde ese 19 de Julio de 1979 para todos, pero con la plena condición de que la Mujer debe estar, ser y participar en el nuevo poder político que iba a refundar el Estado de Nicaragua.

Después de 42 años desde aquel épico 19 de Julio, se puede afirmas confirmar, que la mujer es el sujeto político emancipado, que se incorpora a toda la estructura del Estado Nación, puesto que las formas patriarcales del poder, eran abolidas. Es decir, que ya el poder era Popular, donde todas las clases sociales, sectores y géneros, participaban dentro del FSLN cauce político, que iba a determinar el nuevo proyecto nación, con una Constitución Política, a partir de la constituyente devenida de la revolución.

Es pues para el poder político, en la historia de los Estados Repúblicas de todos los continentes, una génesis hasta para modelos políticos que sirven de símbolos para enaltecer procesos democráticos. Para los nuevos movimientos políticos de Latinoamérica y el Caribe, organizaciones regionales y mundiales, iba a significar un triunfo político para la Mujer, a nivel de la humanidad. Para el incipiente sistema de derechos humanos iba a contribuir, a la propuesta de analizar y proponer otras modalidades del poder político, de la participación ciudadana y de los movimientos sociales.

Es entonces, el Estado de Nicaragua desde el 19 de Julio de 1979 que le restituye la condición humana integral y digna a la Mujer, lo que hace al pueblo, una sociedad más integrada a partir de la familia, las instituciones, modos y medios de producción, que proponía el gobierno revolucionario sin excluir a ningún nicaragüense. En suma, el poder es democrático, plural, incluyente, diverso y heterogéneo a partir de dicha gesta, sobre todo por el novedoso sujeto político y actor social que iba a proponer el nuevo poder, entendido este desde la organización y participación comunitaria, como en la tenencia de la tierra y participación de la defensa de la soberanía nacional, que implicaba la defensa de su emancipación política, jurídica, social y económica como Mujer.

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