El capitalismo; un sistema que destruye a la naturaleza

*Edgard Palazio Galo*


“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. Fue la intuitiva visión del comandante Fidel Castro, advertía la gravedad de las afectaciones medioambientales que el mundo contemporáneo padece. Han pasado 29 años desde aquel memorable discurso en Rio de Janeiro, durante la conferencia de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo.

 

Las consecuencias climáticas causadas por el modelo capitalista de producción, conducen a la naturaleza y la humanidad hacia una situación crítica, alterando el equilibrio y existencia del sistema de vida tal como lo conocemos. El espacio tiempo de nuestro hábitat peligra. El pacha; espacio tiempo, realidad biológica a la vez espiritual de la naturaleza madre, armónica y cíclica en su creación, está bajo amenaza. El tiempo lineal global de la producción industrial ha violentado brutalmente la temporalidad cíclica de millones de años de evolución planetaria.

 

Disminuyen especies; flora, fauna y recursos minerales a escala mundial en un ritmo sin precedentes. La forma de producción extractivista, el enajenado habito de consumo en los países del norte, el flagrante deprecio por la naturaleza madre, unido al afán de utilidad depredadora ha llevado al mundo natural a su límite.

 

El Informe 2019 de la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, organismo dependiente de las Naciones Unidas en materia de biodiversidad, concluye con alarmantes indicadores que vale señalar:

-La diversidad biológica dentro de las especies, entre especies y la diversidad de los ecosistemas, está disminuyendo a un ritmo más rápido que nunca antes en la historia humana

-el 75% de la superficie terrestre ha sufrido alteraciones considerables

-el 66% de la superficie oceánica está  experimentando cada vez mas efectos acumulativos y severa alteración

-más del 85% de los humedales (claves para la lucha contra el cambio climático) que había a principios del siglo XVIII se han perdido

-entre 100 y 300 millones de personas en las costas de todo el mundo están en peligro por la pérdida de los ecosistemas litorales reduciendo la protección de las costas, lo cual aumenta el riesgo de inundaciones y huracanes

-la degradación de la tierra ha reducido la productividad en el 23 % de la superficie terrestre mundial.

 

Destaca el informe que en el 2016; 559 de las 6.190 razas de mamíferos domesticados utilizados para la alimentación y la agricultura (más del 9 %) se habían extinguido y al menos otras 1.000 estaban en peligro de extinción. Estimando que el ser humano había causado un calentamiento observado de aproximadamente 1ºC en 2017, con respecto a los niveles preindustriales, y las temperaturas medias han aumentado 0,2 ºC por decenio a lo largo de los últimos 30 años, mientras que el nivel medio global del mar ha subido entre 16 y 21 cm desde 1900, y a un ritmo de más de 3 mm por año en los dos últimos decenios. Cierto es que el planeta Tierra ha sufrido varios cambios de clima súbitos y  radicales, esta es la primera vez que estos cambios de escala planetaria se estarían produciendo por la actividad humana.

 

La gravedad de los datos nos interpela, nos hace saber que la naturaleza a través de sus procesos ecológicos y evolutivos, también es sujeto de derechos. Thomas Berry desde la corriente jurídica de derechos de la tierra, señaló; la naturaleza es un sujeto y no una colección de objetos. “Para el mundo comercial e industrial, el mundo natural no tiene el derecho inherente a la existencia, al hábitat o a cumplir una misión en la gran comunidad de todo lo existente. Sin embargo, no puede haber un futuro sostenible, incluso para el mundo industrial moderno, a menos que estos derechos inherentes del mundo natural se reconozcan y tengan un estatus legal. Toda la cuestión de la posesión y el uso de la tierra, ya sea por particulares o por entidades, debe abordarse de una manera mucho más profunda de como la sociedad occidental lo ha hecho hasta ahora.

 

Las sociedades de consumo de los países ricos son responsables de la tragedia que altera el equilibrio de vida, con consecuencias especialmente graves para los países pobres, los mas vulnerables ante el cambio climático que ya padecemos. Un informe de Naciones Unidas, indica que 15% de la población mundial que vive en los países de altos ingresos es responsable del 56% del consumo total del mundo. El objetivo 12 de los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, señala que si la población mundial llegase a alcanzar los 9600 millones en 2050, se necesitaría el equivalente de casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales precisos para mantener el estilo de vida actual.

Se necesita cambiar la concepción hombre naturaleza que la visión dominante, occidental capitalista, ha edificado y logrado establecer como sentido común; que todo puede ser comprado, extraído, transformado, mercantilizado, controlado, consumido. El futuro es hoy, o cambiamos el capitalismo o el capitalismo acaba con la vida. Nuestras sociedades originarias lo tenían claro, comprendían al ser humano como parte interconectada, junto a los otros elementos no humanos de la comunidad planeta tierra. No hacían distinción, entre seres vivo y seres inertes, todo tenía lugar en una relación armónica, espacio tiempo, el pacha.

 

Ahora mas que nunca, resultan proféticas las palabras que pronunciara el comandante Fidel Castro en aquella conferencia de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo: Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.

 

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