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*Óscar Borge*
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Comandante Tomás Borge junto a su hijo Óscar Borge. Foto inédita Cortesía de Óscar Borge |
Aquí estuviste
siglos atrás
desde la leyenda
del barro que pintaba rojo y negro
la montaña en el
rostro de los indios.
Esta es la vida,
dijiste,
la punta de la
lanza con que la muerte da la vida
la selva de
septentrión que la lluvia atesora
porque es el agua
donde la selva
cuenta la verdad de su credo
por qué doña Anita
te esperó siempre en sus rezos
en sus rosarios
estabas
entre sus dedos y
los misterios
y vos en la selva,
en su cuerpo de agua
soñando lanzas y
molinos
amando el azul de
los ojos que vieron el futuro
vos también viste
el azul de la poesía
la catedral en
llamas de Managua
la ceniza, las
banderas.
Luego llegaste
vos, don Tomás, doña Anita,
y todos los demás
intemporal tu cuna
como el testamento
de la luna blanca.
He aquí vos, otra
vez siendo noche
en el testimonio
de las muchachas
las que salen de
los ríos
con sus pechos
desnudos
como si en mis
manos moldearan el redondo deseo
del que tus manos
-ahora mías- dibujaron.
Con tu mirada
dejas
el pilar cuando en
la cárcel esculpías mi espina dorsal
el canto
que desde tus
dioses de la furia y tus demonios de ternura
huían de todas las
prisiones;
vos lo sabes
todos los presos
eran los dueños de tu canto
los dueños de tus
torturas
las paredes fueron
pájaros
que dejaron sobre
el cielo la amenaza: si Tomás muere…
y los push and
pull con sus bombas
no derribaron ni
un dedo del eco
ni el tatuaje del
grafito que se adentraba en las barricadas
ni los demonios ni
los dioses
esos jamás se
derriban con bombas de fósforo blanco
ni los meteoritos
borran el agua
que desde la selva
traía el dibujo de tu celda.
Estas acá
tu canto
y en mis dedos el
peso que cae como gotas de lluvia
cada letra de tu
máquina de escribir.
Tus lentes que
todo lo leyeron:
los besos
fugitivos de todas las mujeres
los abrazos de
despedida de los amigos en los aeropuertos
acá esta, el Dios
ausente del amor de los prostíbulos.
Todas tus cartas
las he leído siglos atrás
cada paso que se
tiñó en rojo
la casa de tus
vecinos
la casa de tus
abuelos
el recio roble
neurálgico que en Matagalpa dejaste
todos los secretos
de las casas clandestinas
todo me lo has
dejado
cada día en cada
cárcel por cada país de este istmo
cada río con el
laberinto de su arena
el río de la
Segovia con su arrechura a las canoas
el sabor a hogar
que solo un guerrillero puede degustar de la carne de un mono.
Las estrellas:
las que se fugan los
sábados en la soledad de los cerros
las otras
estrellas que nunca regresaron
se fueron al mar a
la claridad de las rocas.
Todo me lo has
dejado
el dolor de la
tortura
los clavos que
ruedan en el suelo del Gólgota
los tuyos, los de
todos
los ángeles de la
loma de Tiscapa
quienes decidieron
ser el agua
porque Managua es
el agua que la tierra esconde
eso desde aquel
día
en el monte La
Calavera del campo Larreynaga
en que dejaste en
mi mano los casquillos
con la sentencia
que solo deja la
memoria.
Poema Publicado en
el libro, “Ulises 2016”, Editorial de la universidad de Costa Rica, UCR, 2016.
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