81

 *Óscar Borge*

Comandante Tomás Borge junto a su hijo Óscar Borge.
Comandante Tomás Borge junto a su hijo Óscar Borge. Foto inédita Cortesía de Óscar Borge


Aquí estuviste

siglos atrás

desde la leyenda del barro que pintaba rojo y negro

la montaña en el rostro de los indios.

 

Esta es la vida, dijiste,

la punta de la lanza con que la muerte da la vida

la selva de septentrión que la lluvia atesora

porque es el agua

donde la selva cuenta la verdad de su credo

por qué doña Anita te esperó siempre en sus rezos

en sus rosarios estabas

entre sus dedos y los misterios

y vos en la selva, en su cuerpo de agua

soñando lanzas y molinos

amando el azul de los ojos que vieron el futuro

vos también viste el azul de la poesía

la catedral en llamas de Managua

la ceniza, las banderas.

 

Luego llegaste vos, don Tomás, doña Anita,

y todos los demás

intemporal tu cuna

como el testamento de la luna blanca.

 

He aquí vos, otra vez siendo noche

en el testimonio de las muchachas

las que salen de los ríos

con sus pechos desnudos

como si en mis manos moldearan el redondo deseo

del que tus manos -ahora mías- dibujaron.

 

Con tu mirada dejas

el pilar cuando en la cárcel esculpías mi espina dorsal

el canto

que desde tus dioses de la furia y tus demonios de ternura

huían de todas las prisiones;

vos lo sabes

todos los presos eran los dueños de tu canto

los dueños de tus torturas

las paredes fueron pájaros

que dejaron sobre el cielo la amenaza: si Tomás muere…

y los push and pull con sus bombas

no derribaron ni un dedo del eco

ni el tatuaje del grafito que se adentraba en las barricadas

ni los demonios ni los dioses

esos jamás se derriban con bombas de fósforo blanco

ni los meteoritos borran el agua

que desde la selva traía el dibujo de tu celda.

 

Estas acá

tu canto

y en mis dedos el peso que cae como gotas de lluvia

cada letra de tu máquina de escribir.

Tus lentes que todo lo leyeron:

los besos fugitivos de todas las mujeres

los abrazos de despedida de los amigos en los aeropuertos

acá esta, el Dios ausente del amor de los prostíbulos.

 

Todas tus cartas las he leído siglos atrás

cada paso que se tiñó en rojo

la casa de tus vecinos

la casa de tus abuelos

el recio roble neurálgico que en Matagalpa dejaste

todos los secretos de las casas clandestinas

todo me lo has dejado

cada día en cada cárcel por cada país de este istmo

cada río con el laberinto de su arena

el río de la Segovia con su arrechura a las canoas

el sabor a hogar que solo un guerrillero puede degustar de la carne de un mono.

 

Las estrellas:

las que se fugan los sábados en la soledad de los cerros

las otras estrellas que nunca regresaron

se fueron al mar a la claridad de las rocas.

 

Todo me lo has dejado

el dolor de la tortura

los clavos que ruedan en el suelo del Gólgota

los tuyos, los de todos

los ángeles de la loma de Tiscapa

quienes decidieron ser el agua

porque Managua es el agua que la tierra esconde

eso desde aquel día

en el monte La Calavera del campo Larreynaga

en que dejaste en mi mano los casquillos

con la sentencia

que solo deja la memoria.

Poema Publicado en el libro, “Ulises 2016”, Editorial de la universidad de Costa Rica, UCR, 2016.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Perfil de un vende patria

"Mi Padre: Un ser humano de otro mundo"

Humberto, el defensor de delincuentes

La Oligarquía Americana contra Nicaragua y el F.S.L.N