Segundo juicio político contra Trump
Bayardo Altamirano
Washington. El juicio político de Trump, acusado
de incitar a la insurrección y representar una amenaza a la
democracia, se inicia con la interrogante de si el ex presidente quedará una
vez más impune por sus acciones para mantenerse en el poder, aún si eso incluía
provocar una crisis constitucional y promover la violencia armada de
agrupaciones neofascistas en una intentona de golpe de Estado.
El juicio –sin precedente por ser el segundo contra
un mismo presidente– se realizará en el Capitolio, que fue tomado por asalto el
6 de enero y hoy permanece resguardado por miles de tropas de la Guardia
Nacional –es decir, la sede del juicio es a la vez zona de crimen–, comenzó hace unos días, no tiene fecha para concluir, se espera que durará por lo menos una
semana.
El equipo de nueve diputados que ejercen el papel
de fiscales en el proceso presentará la evidencia por el cargo –llamado
“artículo de impeachment”– aprobado por la cámara baja en el juicio
realizado ante un Senado transformado en tribunal cuyos integrantes se convierten
en jurado.
El ahora ex presidente está acusado de incitar
violencia contra el gobierno de Estados Unidos el 6 de enero, como parte
de su conducta, con el objetivo de subvertir y obstruir los resultados
electorales del 3 de noviembre.
El artículo de impeachment afirma
que el ex presidente ha demostrado que permanecerá como una amenaza a la
seguridad nacional, la democracia y la Constitución, que ha actuado de una
manera incompatible con el imperio de la ley y por lo tanto “amerita…
ser descalificado para obtener y disfrutar cualquier puesto de honor, confianza
o lucrativo bajo (el gobierno de) Estados Unidos”.
Los diputados-fiscales han advertido que si el
Senado fracasa en condenar a Trump, eso envalentonará a líderes futuros
para intentar mantenerse en el poder por cualquier y todo medio y sugiere que
no hay ninguna línea que un presidente no pueda cruzar.
Los argumentos de los abogados de Trump fueron
detallados este lunes y explican que el proceso mismo es inconstitucional, que
la acusación viola la libertad de expresión de su defendido y que el Senado no
tiene la facultad para condenar a un ex presidente.
Sin embargo, el presidente fue–formalmente acusado–
cuando aún estaba en la Casa Blanca y la Constitución no hace referencia a
cuando se puede usar el impeachment y entrega al Senado una
amplia latitud para establecer las reglas de cómo proceder en estos casos.
Se requiere una mayoría de dos tercios para
condenar al ex presidente, y aunque el primer castigo de tal proceso, la
destitución, es nulo porque el acusado ya no está en su puesto, la segunda es
la prohibición para que ocupe un puesto electoral federal en el futuro. Por
ejemplo, no podría postularse como candidato presidencial una vez más.
Pero para llegar a los dos tercios, los 50
senadores demócratas necesitan que se sumen 17 republicanos, algo que muchos
consideran poco probable, pero, dependiendo de cómo proceda el juicio, no
imposible.
¿Habrá impunidad?
Unos 400 asesores y asistentes legislativos
enviaron una carta al Senado sobre el trauma que sufrieron durante el asalto al
Capitolio el 6 de enero y exhortan a que declaren culpable a Trump por provocar
eso. Varios legisladores, incluyendo Rashida Tlaib y Alexandra Ocasio -Cortez
ofrecieron discursos emotivos sobre el peligro a sus vidas que enfrentaron ese
día, cuando algunos de sus colegas llamaron a sus familias para despedirse.
El Washington Post y una amplia
gama de comentaristas –incluso varios republicanos– han exigido que el Senado
declare culpable al ex mandatario. Un 56 por ciento de los estadunidenses
opinan que Trump debería ser declarado culpable y prohibirle ocupar todo puesto
público, según la encuesta más reciente de ABC New/Ipsos difundida el fin de
semana.
Evidencias de los acusadores
La evidencia que los acusadores presentarán –gran
parte de ella visual– será la de un presidente incitando a una intentona de
golpe de Estado, un esfuerzo que se inició antes de la elección presidencial
del 3 de noviembre, cuando Trump había advertido que si no ganaba rechazaría el
resultado, pues eso sólo sería posible si había fraude.
Se espera que los fiscales documenten cómo después
de la elección él y sus cómplices desataron una campaña de engaño afirmando,
sin nunca presentar pruebas, que hubo un magno fraude. De hecho, su campaña
presentó más de 50 demandas judiciales, una de las cuales llegó hasta la
Suprema Corte, y todas fueron finalmente descartadas por jueces estatales y
federales.
Ante ese fracaso, Trump y su equipo intentaron
presionar, incluso con amenazas a funcionarios electorales en varios estados
para que descartaran o modificaran los resultados.
Se espera que se recuerde que el 6 de enero, en el
último paso del proceso electoral cuando el Congreso recibe, cuenta y certifica
el voto electoral en el Capitolio, hubo un último intento por descarrilar el
proceso con presiones de Trump para que su vicepresidente Mike Pence –en su
calidad de presidente de esa sesión– desechara el voto y unos 139 diputados y
ocho senadores republicanos continuaban rechazando el resultado.
Mientras procedía ese proceso, Trump, Giuliani y
otros estaban ante un mitin al que habían convocado desde semanas antes, donde
el entonces presidente concluyó su discurso instruyendo a sus seguidores
avanzar hacia el Capitolio, con la advertencia de que si no luchan como el
infierno, ya no tendrán un país.
Así, miles fueron al Capitolio, algunos al grito de
muerte a legisladores y hasta: cuelguen a Pence por traicionar,
donde irrumpieron rompiendo puertas y ventanas invadiendo las salas principales
del símbolo de la democracia estadunidense mientras los legisladores suspendían
el proceso de conteo para huir a lugares seguros. Muchos de los
manifestantes han declarado que estaban siguiendo las órdenes de Trump.
El ex mandatario y sus cómplices rechazan ser
responsables del asalto y los actos de violencia que llevaron a la muerte de
por lo menos cinco personas y decenas de heridos, incluyendo policías.
Los republicanos, con muy pocas excepciones (vale
recordar que solo cinco de los 50 senadores republicanos votaron por proceder
con el juicio político), han buscado descalificar el proceso sólo como una
maniobra política demócrata, o han dicho que aun si es válido es hora
de superar lo ocurrido y no dividir más el país con este
proceso partidista.
Giuliani cree en un complot
Más aún, algunos han sugerido que todo fue parte de
un complot anti-Trump. Ayer, Giuliani se atrevió a acusar que Antifa y BLM
(en referencia a la red informal de activistas que se identifican como
antifascistas y al movimiento Black Lives Matter) atacan a DC (Washington),
ayudaron a organizar los ataques del 6 de enero sobre el Congreso. Sin embargo,
hasta ahora, su papel se está ocultando.
Mientras, más de 235 personas –todos simpatizantes
de Trump y Giuliani– han sido arrestadas hasta la fecha por el asalto al
Capitolio, incluyendo integrantes de agrupaciones derechistas oficialmente
designadas como terroristas domésticos, al proceder una de las
investigaciones más grandes de la historia de las autoridades de seguridad
pública de Estados Unidos.
Varios analistas e historiadores aseguran que el
veredicto de este juicio político ofrecerá una indicación sobre el futuro del
llamado experimento democrático de Estados Unidos.
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