Estados Unidos de América: del puritanismo religioso a la sociopatía imperial
Mario Barquero Baltodano
The American flag has not been planted on foreign soil to acquire more territory but for humanity's sake. (La bandera estadounidense no se ha plantado en suelo extranjero para adquirir más territorio, sino por el bien de la humanidad).
William McKinley
(Vigésimo quinto
presidente de Estados Unidos, propulsor y ejecutor de la Guerra de Estados
Unidos contra España, tras la cual, le desposeyó a esta de Cuba, Puerto Rico,
Guam y Filipinas).
The founding of our Nation was more than a political
event; it was an act of faith, a promise to Americans and to the entire world. (El establecimiento de nuestra nación fue más que un evento
político; fue un acto de fe, una promesa para los estadounidenses y para el
mundo entero).
Gerald Ford
(Discurso
en Cementerio Nacional de Arlington, 31 de mayo 1976)
América Latina no le
importa a nadie.
Richard
Nixón
(mayo 2006. Trigésimo
séptimo presidente de los Estados Unidos, 1969 y 1974, año en que se convirtió
en el único presidente en dimitir del cargo).
"Somos un imperio,
y cuando actuamos estamos creando una nueva realidad".
Karl Rove
(asesor principal del presidente George W.
Bush).
Resumen
People may oppose you, but
when they realize you can hurt them, they´ll join your side. (La gente se te puede oponer, pero cuando se dan
cuenta de que los podés herir, se unirán a tu bando). Condoleezza Rice.
El presente ensayo pretende explicar la agresividad o
violencia de la política exterior de
los Estados Unidos de América (EE. UU., en adelante) desde una perspectiva
psicosocial.
Sin importar el Jefe de Estado y gobierno de turno,
una característica invariable es el uso de la violencia en sus relaciones
internacionales, la que puede ir, desde sanciones (medidas coercitivas
unilaterales), financiación a grupos de apoderamiento (proxy), golpes de Estado,
hasta intervención militar directa. Todas estas formas de agresión las han
usado y las usan los líderes políticos de los EE. UU.
Recorriendo la historia de ese país se percibe a la
violencia como una constante y una obsesión en la psiquis de los líderes
estadounidenses.
Los primeros asentamientos se caracterizaron por ser
agresivos contra los nativos. Los llamados Padres, eran esclavistas, y desde
sus inicios como nación se han atribuido el derecho de expansión y dominación
como un mandato divino.
Una religiosidad excesiva e influyente en el quehacer
político de los dirigentes estadounidenses se fue convirtiendo en una
característica ideológica-social-política-cultural que hoy perfila la psiquis
de los líderes de esa nación.
Introducción
We meant to change a nation, and instead, we changed a
world. (Pretendíamos
cambiar una nación, y en cambio, cambiamos al mundo).
Ronald Reagan.
El objetivo del presente ensayo es exponer que los
políticos de los EE. UU., desde el inicio como nación han tenido y tienen una
personalidad sociópata. Personalidad que a través de la historia ha venido
constituyéndose como particularidad inherente de la psiquis de los políticos
estadounidenses.
Se inicia el ensayo con una disertación, no exhaustiva
como puede ser una tesis doctoral, de lo que es la sociopatía y sus
características conforme la psicología y psiquiatría; se presenta meramente
como un marco referencial.
Luego, una reseña del devenir histórico de lo que es
hoy EE.UU., en tanto que ha sido un caldo propicio para el desarrollo de una
personalidad con fuertes características de persistente sociopatía en un número
significativo —por no decir todos—, de sus líderes políticos.
Se hace referencia al Destino Manifiesto y al
Excepcionalismo, dos corrientes ideológicas que configuran la estrategia
política de EE. UU., desde sus orígenes y que están íntima e indisolublemente
vinculadas a la psicología de los líderes estadounidenses, y del “alma
nacional” de la cual emanan.
Se presenta un análisis de la violencia imperial y del
injerencismo, pues la sociopatía de gobernantes se ejecuta en el área
doméstica, pero con mayor fuerza y rabia, en la arena internacional.
Luego se presentan dos cuadros, en uno se cruzan
rasgos sociópatas y ejemplos del comportamiento de los dirigentes políticos de
EE. UU. En el otro, el nombre de varios presidentes, no de todos, -algunos como
ejemplo-, y ciertas acciones específicas de su comportamiento sociópata.
Finalmente se presenta una conclusión.
Características de la
personalidad sociópata
“En
ocasiones tenemos que torcer el brazo a los países si no quieren hacer lo que
queremos a través de métodos económicos, diplomáticos y a veces militares.”
Barack Obama, (en
entrevista a Vox, febrero 2015).
Una definición clásica de los sociópatas, son aquellas
personas incapaces de mostrar empatía por otros, ni remordimiento por sus malas
acciones. Catalogada como un trastorno de la personalidad, tiene en la
actualidad su eufemismo: “desorden o trastorno antisocial de la personalidad.”
La persona sociópata, según los expertos, es
mentirosa, manipuladora, narcisista, con alta autoestima, impulsiva, ególatra,
cuando desea algo no se detiene ante nada, no hay barreras éticas, morales,
para conseguir su propósito, aun cuando haga daño. No reconoce su actuar como
algo inicuo, culpa a otros de sus actos y se proyecta como víctima, disfruta
del sufrimiento ajeno. Es antisocial por
antonomasia.
Los sociópatas pueden mostrase como personas
cautivadoras, e hilvanar una conducta divertida, interesante, para lograr sus
objetivos; pero en el fondo son antisociales.
El sociópata es peligroso por su carencia de empatía y
de emocionalidad en lo general.
Algunas hipótesis sobre los sociópatas señalan que
tienen un alto coeficiente intelectual, entrar en discusión si tal hipótesis es
acertada o no, es bizantina; lo que sí se puede afirmar es que habitualmente el
sociópata no aprende de sus errores. A pesar de los castigos sociales, puede ir
desde una burla o una reprimenda, hasta la cárcel; pero reinciden
constantemente.
Orígenes de Estados
Unidos y la idiosincrasia colectiva estadounidense:
“No existe una equivalencia moral entre los Estados Unidos y Rusia, que sigue siendo hostil a nuestros valores e ideales más básicos. Estados Unidos debe centrarse en responsabilizar a Rusia y poner fin a sus viles ataques a la democracia.”
Paul Ryan (republicano, presidente de la Cámara de Representantes de E.E.U.U. tras la reunión de D. Trump con Vladimir Putin, Helsinki, 16 de julio 2018).
Desde su génesis los primeros pobladores de lo que hoy
es EE. UU., se caracterizaron por ser en extremo religiosos y por ir acaparando
territorio y riquezas a través de la crueldad contra los nativos. Dios los
había elegido y traspasado la potestad de conquista, aniquilación; por lo
tanto, todo desorden o exceso de su comportamiento les era (les es) lícito.
La germinal de los colonizadores de lo que hoy es
Estados Unidos eran puritanos ingleses; huían de la persecución de la iglesia
inglesa, a la cual adversaban por considerar que la iglesia inglesa había
adoptado demasiadas prácticas del catolicismo.
La predestinación (luego los ideólogos del imperio naciente le llamaron
Destino Manifiesto, más adelante Excepcionalismo y Doctrina Monroe) era y es
uno de sus principios teológicos, transmitido al campo político.
Se establecen en el norte —de lo que hoy es EE. UU. —
con la intención de fundar una colonia basada en sus propios ideales
religiosos. Ideales fanáticos radicales, por lo cual llevaron a muchos fieles,
especialmente mujeres, a la hoguera acusándoles de brujas, herejes, adoradores
de satanás y otras semejanzas.
Los puritanos profesaban un tipo de teocracia, para
ellos el gobierno tenía la obligación de hacer cumplir la voluntad de Dios, y
la voluntad de Dios era que los puritanos fueran el nuevo pueblo elegido. Su
primacía estaba por encima de todo; inculcaron, infiltraron ese pensamiento de
manera tan hondo en la mente, en la conciencia colectiva, convirtiéndola en
ideología que persiste hasta nuestros días.
¡Atavismo!
En su ámbito de influencia política solo permitían a
los miembros de su comunidad religiosa votar y ocupar cargos públicos.
Los puritanos, como protestantes radicales que eran
(son), consideran estar predestinados por decisión divina para colonizar las
nuevas tierras, aun a pesar de la resistencia indígena. El ministro puritano
John Cotton escribió en 1630: “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra,
si no es por un designio especial del Cielo, como el que tuvieron los
israelitas, a menos que, los nativos obraran injustamente con ella. En ese caso
tendrán (los colonos) derecho a entablar legalmente una guerra con ellos y a
someterlos”. Los colonizadores puritanos tenían una misión: “engrandecer” su
nueva patria como ofrenda a Dios. “God Bless America”. Engrandecerla aun cuando se tuviera que
ensangrentar toda la patria. Muchos de los ideólogos-teólogos en número
significativo eran practicantes del calvinismo; la ensayista española, María
Elvira Roca Barea, cataloga a Juan Calvino como “psicópata” pues sentía placer
en torturar, “hasta que se hartó”, dice la ensayista. ¿Qué puede conservarse de seguidores de un
personaje tan extraviado? ¡De tal palo
tal astilla!
La ideología religiosa de los puritanos fluyó libre,
sin mayor oposición, impregnando todo y a todos. Sin traba, inculcaron que su
preeminencia estaba por encima de todo, tendencia que persiste hasta el día de
hoy y se convierte en una presunción nacional.
Desde entonces, los estadounidenses han considerado a
su país modelo que toda otra nación debe seguir. La nación predestinada,
elegida, iluminada, bendecida para liderar a toda otra nación.
Los colonos ingleses no tuvieron obstáculos políticos,
ni religiosos, ni sociales, su único obstáculo era, en ese momento, dos tribus
indias, los Powhatanos y los Pequotes.
Cuando lo colonos empezaron a codiciar las tierras donde residían estas
tribus, y al no poder esclavizarlos ni convivir con ellos les declararon una
guerra de exterminio.
El comportamiento de los colonos ingleses contra las
tribus indígenas no se diferencia de la crueldad de Cortés en México, de
Pizarro en Perú, de Pedrarias Dávila en Panamá y Nicaragua, de Colón en las
Antillas y así sucesivamente.
Metafóricamente se puede decir que las tierras del
Continente de América son fértiles por la sangre de los nativos derramada por
siglos de genocidio. O Como como decía el Papa Pio IV, 1559-1565: “… Tomad un
puñado de tierra, exprímela y verás sangre de mártires.” Naturalmente él se
refería a mártires cristianos en tierras europeas, pero vale la analogía para
los indígenas que sufrieron martirio por parte de los colonizadores europeos.
Destino
Manifiesto:
“But this is America. There is no them; there's only
us. One nation, under God, indivisible, with liberty, and justice, for all.” (Pero esto es América. No hay ellos; solo estamos
nosotros Una nación, bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia, para
todos).
Bill
Clinton (16 de julio de 1992).
En el año 1845, se acuña el término “Destino
Manifiesto” por el periodista John L. O´Sullivan. Afirmaba en su escrito: “El
cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el
continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del
gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un
árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus
capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.
Los políticos e ideólogos estadounidenses rápidamente
se apropiaron del concepto y lo pusieron en práctica. Cómo no ponerlo si —según
ellos—, Dios les había dado el divino derecho de expandirse. Nacía una nueva
época imperial. Todo medio era justificado, incluso la violencia o la guerra,
como sucedió entre 1846 y 1848, guerra contra México arrebatándole una
extensión territorial casi igual al México actual. O la guerra de EE. UU.,
contra España en 1896, al final de la cual, España perdió Cuba, Puerto Rico,
Guam y Filipinas.
La base ideológica del destino manifiesto, como se ha
señalado con anterioridad, se sustenta en la teología del puritanismo británico
y del protestantismo de Juan Calvino.
Desde sus inicios el pensamiento expansionista está
latente en toda la vida estadounidense, incluso en autodenominarse americanos,
excluyendo al resto de pueblos, naciones que conforman el Continente Americano;
por capricho político no les importa caer en el disparate geográfico. Enseñan en las escuelas su propia geografía
contraviniendo lo obvio y se declaran ellos un continente en sí. ¿El resto? Es simplemente otra cosa, América
Latina o Latinoamérica, Hispanoamérica, América Latina y el Caribe, otra cosa;
separada no por accidentes geográficos sino por un caprichoso concepto ideo-político
imperial. Ellos lo pueden hacer, tienen
la bendición de Dios, pero sobre todo la ignorancia, el sometimiento o la
pleitesía de otros.
Excepcionalismo
estadounidense:
Cualquier nación que decida que la única manera de
alcanzar la paz es a través de métodos pacíficos, pronto será parte de otra
nación. Richard Nixon (1987).
Apegados a la tesis, según la cual una explicación sin
tantos ribetes es más fácil entender, y refleja con mayor claridad las ideas,
se utiliza en este párrafo la definición de excepcionalismo de Manuel Iglesias Cavicchioli, investigador en
la Universidad Complutense de Madrid y Miembro Colaborador de FLACSO-España, él
dice: Cuando hablamos del excepcionalismo americano estamos aludiendo a una
concepción teórica que ha caracterizado la posición de los EE.UU., en el mundo,
su política exterior y sus relaciones con el resto de países desde su
independencia. Fue Alexis de Tocqueville en su celebérrima obra La democracia
en América quien vino a acuñar este concepto al referirse a los EE. UU., como
una nación excepcional.
Este concepto, diferencia a EE. UU., del resto, lo
declara un país único, y aun cuando hay divergencia si el concepto lo sitúa,
además de diferente, superior; en este ensayo sí se coincide con la idea que en
el vocablo está implícito el término “superior”. Entonces, puede concluirse que
EE. UU., como nación, se considera a sí misma como especial, diferente y en
consecuencia la unicidad lo coloca superior al resto de naciones.
La élite política de EE. UU., profesa estar por encima
de toda norma internacional, la única que debe existir es la de ellos; es la
sublime y en consecuencia tienen derecho a imponerla al resto. Al sobrante del mundo únicamente le queda
dejarse dominar.
El concepto presupone una infalibilidad, no hay margen
para equivocarse. ¿Desde cuándo los elegidos se equivocan? En consecuencia, son
indispensables para el orden del mundo. La ex Secretaria de Estado, Madeleine
Albright, en 1998 dijo que Estados Unidos era la nación indispensable (“We are
the indispensable nation”).
El concepto está enraizado en la conciencia de los
políticos estadounidenses, sin importar su afiliación: Demócrata o Republicano;
sus acciones son ejecutadas bajo este principio. Se han engolosinado tanto con
el término que no se percatan que a nivel mundial resulta en un mito, como bien
lo describe el Dr. Stephen M. Walt, en su artículo publicado en la revista
“Foreign Policy”, noviembre del 2011, y titulado “The Myth of American
Exceptionalism” (El mito del excepcionalismo americano).
El mundo entiende que es un mito y un mito del cual el
mundo empieza a reírse, como lo hicieron en las Naciones Unidas cuando habló
Donald Trump, en la Asamblea General, septiembre 2018.
El expresidente Barak Obama en discurso del 28 de mayo
del 2014 en la Academia Militar West Point, dijo: “Con cada fibra de mi ser
creo en el excepcionalismo de Estados Unidos. Pero aquello que nos hace
excepcionales no es nuestra capacidad para eludir las normas internacionales o
el mandato de la ley; es nuestra disposición a reafirmarlas con nuestras
acciones”. Les hablaba a quienes serán —supuestamente— la crema y nata de la
milicia estadounidense. A los futuros invasores.
Al inicio de su mandato, el presidente Obama afirmaba
que no creía en el excepcionalismo de EE. UU., pues otros países eran también
excepcionales. ¿Qué lo hizo cambiar tan radicalmente? La única repuesta, el
sistema, ¡o cambias o te cambiamos!
El concepto de excepcionalismo conlleva, como ya se
afirmó anteriormente, la idea de superioridad moral. Nuevamente surge la idea
de ser escogidos por disposición divina. Ser un elegido da derecho a un
comportamiento totalitario, déspota, imperial. Aquí la empatía no es una
cualidad humana, es una debilidad. Característica primordial de la sociopatía.
Su ley es la única ley, no tienen obligación de
respetar leyes internacionales, se sienten con autoridad de violentarlas.
Rechazan firmar tratados de derecho humanos, reconocen
con una serie de reservas la jurisdicción de la Corte Internacional de
Justicia. Chantajean a organismos de las Naciones Unidas de retirar la
aportación económica si estas no cumplen con los preceptos políticos
—entiéndase desvaríos imperiales— de su conveniencia. Amenazan con sancionar a
los jueces de la Corte Penal Internacional, si se atreven a juzgar a uno de sus
ciudadanos o militares por crímenes de guerra. Se retiran de la UNESCO.
Castigan o amenazan a los países que dejan de reconocer a Taiwán por China,
hipócritamente porque ellos mismos dispusieron en 1971 desbancar a la Isla
Formosa por China continental.
El excepcionalismo acarrea en su entraña, racismo,
xenofobia, chovinismo, misoginia, entre otras aberraciones.
La psiquis de los dirigentes estadounidenses está
impregnada de esta ideología engendrada desde los primeros puritanos y se
mantiene a la fecha. Tentáculo que embebe de una peligrosa religiosidad; ser
hijos predilectos de Dios, es tener dispensas divinas, en consecuencia, no se
debe sentir remordimiento de conciencia. Nuevamente, característica por
antonomasia de los principales rasgos de la sociopatía.
Divina tentación en la que caen constantemente los
líderes políticos estadounidenses a través de su historia como nación.
Su fanatismo político-religioso-ideológico, con
frecuencia cae en el ridículo, pero no por ello menos arrogante y peligroso.
Decía Ronald Reagan, cuadragésimo presidente de los EE.UU., de 1981 a 1989: A
veces me he preguntado qué aspecto tendrían los Diez Mandamientos si Moisés los
hubiese pasado por el Congreso de los EE.UU., En 1776, cuando se discutía como
debería ser el escudo o emblema nacional, Benjamín Franklin propuso una imagen
de Moisés abriendo el Mar Rojo siendo perseguido por el ejército del
Faraón. Thomas Jefferson a su vez,
propuso la representación gráfica de los hebreos guiados hacia la tierra
prometida, alumbrados por antorchas libertarias. ¡Tierra prometida! Realmente
se lo creían, se lo creen. Andrew Johnson, el decimoséptimo presidente de
Estados Unidos, gracias al asesinato de Abraham Lincoln, sin modestia se
comparaba con Jesús y con Moisés, en un arrebato ególatra y de fanatismo
religioso.
El presidente Woodrow Wilson, el vigésimo octavo
presidente de EE. UU., tras la Conferencia de Versalles donde se firmó el fin
de la primera guerra mundial, dijo: Por fin reconoce el mundo en Estados Unidos
a su Salvador.
Mike Huckabee (republicano, gobernador de Arkansas,
candidato presidencial derrotado) afirmó: Negar la excepcionalidad de Estados
Unidos es negar el alma y corazón de este país.
Las ansias enfermizas de conquistar, de hacerse
poderoso a través de la violencia (el único lenguaje del imperio), va
disfrazado como bienhechores, amantes de la libertad, democracia, prosperidad,
acciones justas y civilizadas. Falacias descomunales del imperio.
Lo triste y peligroso es que para ellos es una realidad
incuestionable. Lo trágico es que otros países y/o individuos les aplauden el
desvarío; indicio incuestionable de sometimiento servil al imperialismo y a sus
macabras maquinaciones. Supuestos intelectuales o académicos no tienen el
empacho de referirse a EE. UU., como el paladín de la democracia o como líder
del mundo libre. (¿?)
Mike Pompeo, exdirector de la CIA y actual Secretario
de Estado, el 12 de abril del 2018 ante el Comité de Asuntos Exteriores del
Senado donde se examinaba su candidatura para ser Secretario de Estado, de EE.
UU., aseguró que Estados Unidos es excepcional, no así Rusia.
El excepcionalísimo va más allá de pretender una
hegemonía política universal; es imponer su cultura, su ideología, sus
costumbres, su forma de actuar y ver el mundo, en una palabra, su forma de
vida, ya que para ellos es la mejor y no puede haber otra superior o
igual. Aceptar la igualdad mundial entre
las naciones es una debilidad. William
Pfaff.
Violencia imperial e
injerencismo:
América
Latina no le importa a nadie.
Hacer
chillar la economía chilena.
La gente reacciona al miedo, no al amor.
Frases
“celebres”. Richard Nixon
Desde 1898, la guerra entre EE. UU., y España, para no
ir a la guerra de 1846 a 1848, entre México y EE. UU., motivada por las ambiciones
expansionistas del imperio que ya agarraba fuerza; pero desde 1898, es difícil
encontrar una guerra o conflicto bélico donde EE.UU., no participe o financie o
esté involucrado de alguna manera.
Sin embargo, la mayor injerencia de EE. UU., en conflictos
bélicos, sea de manera directa o indirecta, es posterior a la segunda guerra
mundial. Desde el fin de la II guerra, se han dado aproximadamente 250
enfrentamientos armados a nivel mundial, y la participación directa de EE. UU.,
es más de 200, la indirecta en un 100%.
El injerencismo estadunidense no se limita a fomentar,
participar, financiar guerras, también es un adalid en promover golpes de
estado y apoyar sanguinarias dictaduras.
EE. UU., es sin duda el mayor progenitor de muerte y
destrucción del planeta, siendo el caso más brutal las bombas lanzadas contra
Hiroshima y Nagasaki, sin olvidar los horrores en Vietnam, las masacres de los
Balcanes, y tantos otros.
Los políticos estadounidenses implicados en estos
horrores no demuestras empatía con las víctimas, arrepentimiento por el daño
causado, síntoma cardinal de la sociopatía. Por ello han acuñado un término:
daño colateral. Seguramente las víctimas son culpables por no apartarse de las
bombas, misiles, proyectiles, drones, tanques, balas. A pesar de tanto daño,
continúan pregonando ser amante de la paz, de la libertad y la democracia.
Sin importar el Jefe de Estado de turno, sin importar
los adelantos tecnológicos; la evolución de la conciencia moral de los líderes
estadounidenses es nula.
Continuará...
*Texto completo en el Semanario n°28, del CEDMEB-UNAN-Managua*
Comentarios
Publicar un comentario